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¿Hasta cuándo?

20/03/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Ya no sé si es insensibilidad, sordera, visión de túnel provocada por el frenesí avaricioso, gusto selectivo por el favorecimiento de un pocos, o simple y llana locura. En cualquier caso, la falta de olfato que empiezan a demostrar nuestros actuales gobernantes resulta alarmante. Es una anosmia de libro no entender (tan confiados ellos en el poder de su propaganda, del ruido mediático, y de la virtual hiposmia social sobre la corrupción política), no entender, digo, que el rumbo de los acontecimientos comienza a prefigurar un inminente estallido social.

Durante años, la precarización de las condiciones laborales, la pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora y el debilitamiento de las libertades civiles y del Estado Social fueron ingredientes principales en los guiones de telenovela sobre la necesidad de austeridad y de priorización de la economía sobre cualquier otra cuestión. Era otra vuelta más a las razones de Estado, a los abstractos marcos de convivencia y a la desracionalización del orden constitucional en favor de una concepción mística de la misma. Constitución comopalabra mágica, un abracadabra ausente de referencias y contenidos reales.

Estos nuevos padres constitucionales, instalados en su Olimpo, olvidaron que un orden constitucional son valores, principios informadores de la sociedad, contenidos normativos concretos, y de este modo olvidaron su artículo 50, ese de las pensiones suficientes y periódicamente actualizadas. Y ahora se encuentran con el problema de que una importante parte de la población, la misma que sujetó los conceptos de orden, estabilidad y austeridad está muy, pero que muy, cabreada.

No han tenido en cuenta que en los momentos más difíciles, antes de que la apertura de la espita de los créditos y de la financiación bancaria hayan creado la ilusión de crecimiento, el estallido social estaba controlado por el hecho de que las pensiones habían sostenido la vida de cientos de miles de personas. Y ahora ¡oh, narices privilegiadas! van y regalan subidas por el valor de un franqueo postal. ¿Se preguntan hasta cuándo se iba a sostener la mentira? Yo se lo digo: hasta este año. Empieza otra historia.
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