26/12/2022
 Actualizado a 26/12/2022
Guardar
Ha vuelto a nacer. Como se había anunciado. Y hasta tres reyes magos, guiados por el resplandor de una estrella, volvieron a acudir a Belén. En un portal, encontraron al Niño Dios en una cuna de pajas, rodeado por sus padres y los animales del establo. Mientras tanto, Herodes, al rey de aquellas tierras, comenzaba a perseguir a todos los recién nacidos puesto que estaba pronosticado que uno de ellos le arrebataría el trono.

No es un cuento. Ni un micro relato. Es el mayor (y mejor) augurio de la humanidad. Porque de él nace la religión más influyente en la historia universal. De ese Niño-Dios, de esa idea, surge la mayor fuente de vida que ha llegado a los hombres. Por eso, y con todas las versiones y matices que se quieran, ayer, día 25 de diciembre, fue una fecha memorable y única. Ese día comenzó el relato que encadena el mayor gozo con el mayor sufrimiento (la crucifixión) de un ser que dejó toda una doctrina basada en la caridad hacia el prójimo. ¿Podría alguien proponer una mayor consigna?

Seamos creyentes o no, y tengamos en algo alcanzar o no la vida eterna, habremos de reconocer que es la doctrina cristiana el más alto pico de la cordillera del pensamiento. Luego vendrán los fallos, los fracasos, las malas formas, de algunos de los intérpretes del dogma, imperdonables todos ellos. Pero no se trata aquí de esa discusión; sino de celebrar el nacimiento de un Dios niño que acapara sobre sí lo mejor que los hombres han podido imaginar desde las cavernas. Y algunos sabios ya se encargarán de poner en una balanza el bien o el mal que haya sobrevenido al hombre como consecuencia de creer o no este cuento celestial.

El papa actual, ese argentino ilustre, acaba de confesar el otro día en una entrevista que él está contra eso que en italiano se dice ‘El indietrismo’ que es caminar mirando hacia atrás, por seguridad o por miedo, pero hacia atrás: porque así se pierde el horizonte y sin horizonte no se puede vivir. Zelenski, el ucraniano, le ha asegurado ayer al Presidente USA que la ayuda que solicita para resistir contra Putin, «no es una caridad sino una buena inversión en seguridad global para el mundo». Tal vez haya despreciado ese concepto inaugural del cristianismo, al ver como los cristianos ortodoxos, obedientes a Moscú, no practican la caridad del Evangelio. Pero eso no es culpa del Dios niño, sino de los hombres.

Nosotros, no queremos que nunca la ira prevalezca sobre la caridad. Y, por eso, deseamos a todos: Feliz Navidad.
Lo más leído