30/10/2022
 Actualizado a 30/10/2022
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Inquieta un poco ver lo impacientes que andan los ancestros estos días, saliendo a nuestro encuentro sin esperar a la Noche de Difuntos, con su papel tétrico-festivo como antesala al inevitable duelo de los vivos, limpiando mármoles y dejando los cementerios cuajados de crisantemos, entre rezos susurrados y suspiros, mientras a las calabazas les nacen ojos y bocas. Cuando parecía imposible añadir más elementos y más escenarios a una misma fiesta, en esta provincia, donde andamos sobrados de imaginación, caminos y fantasmas, se ha sumado a lo fantástico, tétrico, religioso, pagano y festivo, otro elemento: la protesta.

El día se rinde. Llega ese momento mágico en que rebullen los seres que transitan la noche. Las sombras despiertan, se desperezan y abandonan iglesias y cementerios. Un ladrido anuncia al séquito de figuras silenciosas que llegan deslizándose con cabezas gachas y pies descalzos por los senderos, cruzan el pueblo y desaparecen. Es la Güeste de Ánimas de la Montaña de Riaño, que este año bajó el monte, trasladando la más ancestral de las tradiciones al asfalto. Dicen los noctámbulos que anoche, mientras las agujas del reloj retrocedían un paso, una comitiva fantasmal salida de las sombras de la Pulchra Leonina, avanzó por nuestras calles pegándose a los paredones, buscando las casas de los suyos. Amanece cuando los habitantes de la noche emprenden la retirada, antes de que los vivos despierten, sin producir azogue alguno porque todos sabemos que en esta tierra, hasta los fantasmas trabajan como reclamo turístico.

En perfecta sincronía, otra comarca leonesa invierte los papeles y las horas y cuando la comitiva de la Montaña de Valdinia se diluye en la madrugada, es la noche quien se rinde. Llega ese momento mágico en que rebullen los seres que habitan el día. Los vivos despiertan, se desperezan y abandonan sus casas. Ahora es la Güeste del Teleno quien toma el relevo y sale a escena, tomando los caminos maragatos, al encuentro con la muerte a plena luz del día, visitando la tumba calcinada de cuatro mil hectáreas, que el incendio del verano dejó a su paso. La protesta es lo que empuja a la comitiva de maragatos que esta mañana de domingo pisa fuerte por los caminos aledaños al Teleno, destrozados por vehículos militares, y recorre desde Quintanilla de Somoza hasta Filiel, bordeando un campo de tiro militar que, aunque resulte sorprendente, está ubicado entre pueblos habitados de un lugar paradisíaco que un tal Martín Villa calificó de ‘pedregales’, quizá para justificar la expropiación de tierras, tasadas al módico precio de dieciséis pesetas, para después llamarlo ‘cesión’ por haber sido pagadas. Cuándo se nos quitará a los leoneses esa costumbre de ‘ceder’ tierras a precio de saldo…

Será porque aquí somos más de leyendas mitológicas que de Halloween, más de hadas y bosques que de calaveras y calabazas, por lo que la Plataforma de Afectad@s del Teleno por el Incendio del Campo de Tiro decidió esa puesta en escena y hoy recorren un bosque calcinado, como ánimas en pena, para pedir a las ‘mouras’ que dejen de atusarse las melenas y protejan sus campos, ríos y bosques. Y a ser posible, que empiecen los conjuros por el río Llamas, porque dos meses después del incendio, se sigue abasteciendo a dos pueblos con garrafas de agua por tener la boca de suministro dentro del recinto militar, donde ellos no pueden hacer nada. Agua contaminada por las cenizas del Teleno, que se ha ido depositando en ella mientras el Ministerio de Defensa anda a lo suyo y la Junta de CYL, a lo de siempre. Son muchas las Güestes de Ánimas que estos días recorren nuestros pueblos, pero nadie como los maragatos lo hará por un escenario natural tan fantasmagórico, a lo largo de once kilómetros de dolor, pérdidas irreparables, colmenas destruidas, campos muertos y esqueletos de árboles centenarios, que hace meses eran un pulmón verde. Una Güeste que cambia lo festivo por la protesta, con el enfado contenido porque ese desastre pudo evitarse si Defensa, cumpliendo con su obligación, se ocupase del mantenimiento del terreno que, según los afectados, es «un vertedero de munición sin explosionar y de restos de las prácticas con fuego real, que hace imposible la extinción de incendios». No parecen pedir mucho, para hacer viable la convivencia entre el Campo de Tiro y los pueblos más cercanos: que no se dispare fuego real sobre los pueblos, que una cuadrilla de zapadores limpien el terreno de proyectiles tras las maniobras y un mínimo respeto por los vecinos que habitan la zona.

Otra opción sería disfrazarse de niños monstruosos y pedir por las puertas de los organismos una solución, con lo de «truco o trato», pero es difícil hacer tratos con quien siempre tiene un truco para zafarse de sus responsabilidades. Otro suma y sigue de ataques a la tierruca que no cesarán hasta que las güestes de ánimas sean reales, cuando los pueblos y montes estén habitados por fantasmas, salvo que las ‘mouras’ nos salven, lo que se me antoja más posible…
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