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Grietas, fisuras y desconchones

01/12/2023
 Actualizado a 01/12/2023
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A los edificios les pasa como a las personas: envejecen y le salen arrugas (fisuras), granos (grietas), se cae el pelo (desconchones). Incluso enfermedades aún más graves.

Y hay que acostumbrarse a ello, en primer lugar porque los edificios tardan años en asentarse y en segundo, porque incluso con un uso del edificio razonable, siempre van a aparecer problemas, ya sean fugas de instalación, cambio de un pavimento o cualquier otra cosa del funcionamiento diario. El paso de los años no perdona.

Además de, digamos, su deterioro natural, hoy aparece una nueva situación, ya no tan habitual, pero sí acorde con estos tiempos que corremos, en que la construcción, en su más voluminoso sentido de la palabra (la edificación de grandes inmuebles) ha decaído de forma catastrófica, han proliferado los arreglos, reformas de viviendas enteras o parte de ellas, arreglar paredes y techos o, por aquello del paso de los años, readaptación de la distribución porque la familia se ha reducido, los hijos han volado del nido y ya, con suerte, solamente quedan los cabezas de familia.

Así que, con la desaparición de una buena parte de las empresas promotoras (y a la vez constructoras), han florecido las pequeñas empresas dedicadas a cubrir ese campo. Con ello, el sector, mal que bien, sigue en pie, a veces tambaleándose, pero en pie.

Quién no tiene una fisurilla por aquí o por allá, o algo más grueso, como una grieta o un desconchón, rayón o mancha en una pared y, mira, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se decide a reparar y lavar cara de su casa. 

O, ya de paso, reordenar la distribución, bien porque se necesitan tantos dormitorios, bien porque lo han de ser de otra manera, o, simplemente, vendo mi casa (por cierto, ojo a los impuestos que eso lleva aparejado), y el nuevo propietario decide que todo ha de cambiarse, lo que, también, está siendo bastante habitual.

Y eso ya es otra cosa, porque una fisurilla aquí o allá es fea e incómoda, nada peligrosa, pero eliminar toda la tabiquería de una vivienda, dejar toda la planta vacía, afecta a la tabiquería de todas las plantas que haya por encima e incide en el comportamiento del edificio pues, como decía un compañero y amigo, en los edificios construidos, hasta los cristales aguantan, cosa que, aun cuando es un tanto exageradas, lo que sí quiere decir es que, siendo la estructura portante vigas, pilares, forjados y cimientos los que ‘soportan’ el edificio, al final, todo él colabora, transmitiendo y redistribuyendo las cargas.

No es que se vaya a producir un derrumbamiento, pero sí que van a parecer fisuras nuevas, en paredes (sobre todo), suelos, o descuadres de marcos de puertas y ventanas. Es ‘lo normal’, aunque no por ello deseado.

Vaya por delante: Un edificio, por bien acabado, fino y elegante que sea, no deja de ser un producto bastante tosco (nada comparable con un coche, electrodoméstico o cualquier producto industrial, de taller, absolutamente técnico), en el que participa una buen montón de oficios y personas, a veces ‘finos’ y a veces no tanto, motivo por el cual la legislación aplicable prevé una serie de coeficientes correctoras para el cálculo de su estructura resistente que, sumados y en conjunto, hacen que el edificio termina calculándose, y en consecuencia construyéndose, para más del doble de carga de lo que nunca va tener (léase el peso propio del edificio, mobiliario y uso del ocupante), por lo que, salvo situaciones extraordinarias (terremotos, incendios o fallo del terreno), el riesgo de derrumbe es muy próximo a cero.

Pero vigas y, sobre todo, forjados, cuando se cargan, se deforman (cójase un palito, sosténgase por los extremos y apoye el dedo en el centro, que, inmediatamente se curva), y si se quita un tabique de una planta, encima de la cual hay otros tres que permanecen, y que transmiten peso, el forjado del techo, como el palillo, se deformará y los tabiques de las plantas superiores se romperán. 

Esto suele llevar la alarma a los usuarios afectados. Es lógico, pero en realidad no por ello se va ‘a cae r la casa’. El problema es mucho más estético que estructural.

De hecho, se admite como aceptable una deformación del forjado, por carga, de un quinientosavo de su longitud (lo que equivale a que el forjado se puede ‘bajar’ 2 mm. por cada metro del mismo) es decir que, por ejemplo, 6 metros del suelo de una vivienda (y 6 metros es una longitud muy normal), se puede deformar ‘normalmente’ hasta 1,2 cm. Pero claro, con menos de la mitad de esa deformación no hay tabique que aguante sin romperse. Se fisura, eso sí, pero nada más, aunque sea ya bastante.

Para estos trabajos de modificación de tabiquería, el Ayuntamiento pide lo que se llama una ¡declaración responsable¡, que es una forma de hacer obras sin necesidad de más documentación que un presupuesto oficial y pagar las tasa e impuestos correspondientes, pero ante estas posibles situaciones quizá más extrema y por aquello de los daños a terceros, es recomendable la presencia en la obra de un técnico responsable que la dirija, por la garantía que supone. Aunque no sea obligatorio.

En definitiva, y esta es la moraleja del escrito, ya sean daños por el paso del tiempo, ya sean daños por actuaciones externas (o propias), los edificios aguantan bastante más de lo que podemos suponer, y no por suerte, sino porque las normativas de cálculo así obligan. Otra cosa son las cuestiones estéticas y de cabreo porque te han roto una pared.

 

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