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Gin tonic con chorizo

09/06/2023
 Actualizado a 09/06/2023
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Hay un bar cerca de Alonso Martínez, en Madrid, donde te sirven el gin tonic con tapa de chorizo de Astorga y, en época de matanza, con un trozo de hogaza y una cucharada de chichas. Se llama Gaudí y los dueños son de Astorga, claro, y a mucha honra. A ese bar iba a menudo cuando abandonaba agotada la redacción de la revista y quería desvariar un poco. Quedaba siempre allí con una compañera y amiga. ¿Hace una cañina en el Gaudí? Una de las dos salía antes, casi siempre yo. La esperaba en una de las butacas forradas de terciopelo del Gaudí. El camarero, un hombre mayor con chaquetilla blanca y cara de buena persona, me trataba de usted y departíamos sobre las últimas novedades de Astorga o de La Bañeza y decíamos la vida es así o asá, qué le vamos a hacer. Cuando llegaba mi amiga caían varios tercios de cerveza uno detrás de otro al ritmo de una conversación trepidante. De tanto el tanto, el camarero, que nos veía cara de famélicas, acercaba una bandeja con cecina y chorizo. Y cuando ya pensabas que era hora de irte, venía y nos invitaba a la última ronda. Así que nos íbamos a casa siempre bastante achispadas y con una sensación de catarsis. Porque ese bar, con su aire de pub ochentero, sus luces íntimas y sus dorados, era una especie de confesionario, donde alguna vez lloramos, y a menudo reímos, y siempre ajustamos cuentas con el periodismo.

Hace tiempo que no paso por el Gaudí. Ni siquiera sé si sigue abierto. Me da miedo acercarme a comprobarlo. Me da miedo que ya no esté el camarero paternal y en su lugar haya un ejército de personal indiferente, una franquicia de nombre cursi y sillas blancas de Ikea. En Madrid los bares tradicionales se están extinguiendo. Ya no hay café con pincho de tortilla, ahora hay capuccino con croissant vegano. Ya no hay camareros que te conocen por el nombre, si no chicos estresados contratados por una empresa temporal. Cuánto estamos perdiendo con el cierre de esos pequeños negocios. Tienen una parte íntima, familiar, y una parte de misterio, canalla. Podrías estar en el salón de tu casa, o más bien la cocina de tu casa, solo que no es ni el salón ni la cocina de tu casa, si no de la casa de un desconocido, y a saber lo que te vas a encontrar detrás de las cortinas, una historia de vida, un secreto, y aunque no llegues a averiguarlo te lo puedes imaginar, y esa intuición, la de la vida secreta de los otros, flota en el aire, y estás ahí con tu cerveza sintiendo la emoción. Los bares tradicionales son lugares donde se reúne la vida. Y espero que perduren. Quizá un día de estos me atreva a pasarme por el Gaudí y, si sigue abierto, celebrarlo con gin tonic y tapa de chorizo.
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