17/03/2024
 Actualizado a 17/03/2024
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Alrededor de las ocho de la mañana del 11 de marzo de 2004 ―hace, pues, 20 años― me hallaba desayunando en el Hotel Marriott de Lisboa, cuando un colega brasileño, ponente como yo en el homenaje al escritor portugués Vergilio Ferreira (por el 50 aniversario de la publicación de su novela ‘Manhã Submersa’), me dio la noticia: ha habido una serie de atentados en Madrid con muchas víctimas,

A la hora de de mi ponencia, diez de la mañana, fui blanco de todas las miradas y preguntas, al ser el único español interviniente. Entre ellos el expresidente de la República Portuguesa Ramalho Eanes y su esposa. La matanza, entonces con la incertidumbre de atribución, era gran motivo de preocupación para los portugueses, pues, pocos meses después, tendría lugar en Portugal la fase final del campeonato de Europa de fútbol. Cumplí mi intervención haciendo de tripas corazón y, acto seguido, fui a mi habitación y enchufé la televisión.

Pocos minutos después de las 7:30 del citado día, diez artefactos explosivos camuflados en sendas mochilas estallaron en cuatro trenes repletos de viajeros en la línea de Alcalá de Henares a Atocha, en el que ha sido el acto terrorista más mortífero de la historia de España, con 192 fallecidos y cerca de dos mil heridos. A medida que se fue conociendo la magnitud de la tragedia los sentimientos de conmoción, indignación y repulsa se fueron sucediendo entre los españoles, que al día siguiente salieron a la calle en multitudinarias manifestaciones. La autoría de los atentados generó una inmensa polémica entre el Gobierno en funciones del PP y los partidos de la oposición, que tuvo, sin duda, gran incidencia sobre el resultado de las elecciones generales que se celebraron tres días después. A la culpabilidad de ETA se fue sumando la de los islamitas. ¿Galgos o podencos? Tanto el PP como el PSOE se acusarían mutuamente de ocultar o distorsionar información relativa a los atentados por razones electorales, lo que dio lugar a «teorías de la conspiración».

La primeras declaraciones hechas por el político José Antonio Durán i Lleida atribuían a ETA el atentado. Más adelante el Gobierno del PP con el ministro del Interior Ángel Acebes, José María Aznar y algunos medios de comunicación españoles se unieron a esa misma opinión. Incluso la del presidente del Gobierno autónomo Juan José Ibarreche. Ninguno de ellos tenía en cuenta la nota del Centro Nacional de Inteligencia en la que informaba de un comunicado de Bin Laden y de la amenaza de un atentado yihadista que se cernía sobre España por el apoyo del Gobierno español a EE UU en la guerra de Irak. Por otra parte, Arnaldo Otegui, líder de Batasuna, negaba rotundamente la participación de ETA. Distintas investigaciones ulteriores desechaban a los etarras e, incluso, la misma Al Qaeda se atribuía el atentado. Quienes dicen que hay en él aún misterios por resolver ven hoy una España al borde del abismo, «si la situación política no cambia radicalmente».

Antes de que la policía del GEO pudiese asaltar el 3 de abril el piso de la C/ Carmen Martín Gaite en el barrio de Leganés, donde estaban atrincherados los terroristas, y viéndose éstos acorralados, se suicidaron haciendo estallar 20 kilos de explosivos. En el asalto resultaron muertos el GEO Francisco Javier Torrenteras Gadea y ocho terroristas. 

Las penas dictadas a los acusados cómplices sumarían miles de años de prisión. Los hechos fueron juzgados por un tribunal presidido por el magistrado de la Audiencia Nacional Juan Gómez Bermúdez, en cuya sentencia quedó probado que la matanza fue obra de «células o grupos terroristas de tipo yihadista».

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