06/04/2024
 Actualizado a 06/04/2024
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Pasó la Semana Santa, y no se dio tan mal como se preveía. Aunque la hostelería acusó los avatares del clima varios desaprensivos pudieron vender limonadas a 3,50 euros, en un ejercicio de vil oportunismo que bien merece que los leoneses les cerremos la trapa una buena temporada.

De 42 cortejos procesionales pudieron celebrarse 29, aunque fuera con recorridos acortados, como la de Minerva del Miércoles, o terminaciones apresuradas, como la de la Bienaventuranza del jueves. Las Marías y Santa Marta se llevaron la peor parte, al no poder sacar el Jueves dos procesiones profundamente arraigadas en nuestra ciudad y que cuentan con el cariño y la admiración de los leoneses. Es difícil transmitir la emoción que subyace en la decisión de suspender o no una procesión, quizá lo hizo Rubén Fariñas en una impresionante fotografía publicada en Leonoticias que mostraba a la abadesa de María del Dulce Nombre con los ojos cerrados y la frente apoyada en su vara ante un sorprendido alcalde.

El mal tiempo permitió presenciar otras muchas escenas sobrecogedoras. Pequeñas historias individuales que no llegan a los medios y que se viven en el seno de cada cofradía. El Miércoles Santo a las 8 de la tarde todo presagiaba que la procesión de la Amargura iba a cancelarse. Las nubes, el intensísimo frío y las rachas de un viento inusual que a punto había estado de llevarse varias carpas horas antes, bien podrían haber hecho que muchos braceros y manolas se fueran a sus casas o a tomar limonadas. Sin embargo nadie se movió de su sitio. La procesión salió finalmente con más de una hora de retraso. Se me grabaron en la retina imágenes de manolas tiritando detrás de sus pasos, de personas en silla de ruedas que no desistieron de procesionar bajo la llovizna, de papones que no se echaron atrás en su decisión de pujar descalzos sobre el suelo húmedo y helado. Dígase lo que se diga, la gente no hace eso por el arte o por la tradición.

El mal tiempo tampoco impidió el botellón genariniesco. El multitudinario entierro se ha desviado tanto de sus orígenes que la mayoría de sus participantes ni siquiera sabe lo que es. Me imagino a Pérez Herrero revolviéndose en su tumba cada vez que un indocumentado dice que viene a ‘San Genarín’.

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