17/11/2023
 Actualizado a 17/11/2023
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Veinte años después (el doble de lo previsto), cuatro mil millones de euros más tarde (el doble de lo presupuestado), y siete ministros, siete, de por medio (Alvarez Cascos, Magdalena Alvarez, José Blanco, Ana Pastor, Íñigo de la Serna y Raquel Sánchez), la variante de Pajares se pone en servicio. Podría decirse «más que la obra de El Escorial», pero no, por un pelo, pues aquellas duraron 21 años, aunque bien es cierto que otros eran los medios del momento.

Que se podía haber tardado menos, es posible, aunque hay que reconocer que el agua, el maldito agua, que en cuanto uno se descuida se cuela por todas partes, lo complica todo. Y no solamente esa agua, que más cosas y vaivenes ha habido.

Y, aunque de la puesta en marcha es Asturias quien verdaderamente se beneficia, y cómo, algo traerá de mejora de servicio para esta provincia.

Aumentarán las frecuencias, lo que debería suponer, al tiempo, un aumento de servicios especialmente con Madrid, sin desdeñar los correspondientes con Asturias, aunque probablemente no serán tantos como deseáramos, ya que, seguro, más de uno pasará de largo, en eso que se llama ‘non stop’, directo desde Gijón a Madrid y viceversa.

Y ese aumento obligará a completar la anhelada doble vía entre Valladolid y León, aunque llegará tarde, pues su no existencia coartará precisamente ese aumento de frecuencias, así como incluir el nuevo trayecto dentro de la red de trenes de bajo coste, de los que, hasta ahora, estamos huérfanos.

Claro que no todo es alegría, no todo se arreglará. Y si no, que se lo digan a habitantes de la zona bajo la que pasa el trazado de los túneles.

Hagamos historia. 

Desde ambos extremos empezaron las máquinas tuneladoras a trabajar, dos desde Asturias y tres desde León, para perforar dos túneles completos y uno más corto de salvamento. Unos monstruos espectaculares de casi 500 metros (que por cierto dentro de la excavación se quedaron, pues su costo estaba incluido en el presupuesto y desmontarlas y transportarlas a un nuevo destino era más caro que comprar una nueva) y que habrían de encontrarse en el medio, cosa que, recuerdo, generó algún que otro chiste por aquello de «mira que si no coinciden». 

Esos túneles, con un fuerte desnivel en pendiente hacia el principado, tenían, como era lógico y esperado, filtraciones importantes, al final mucho mayores de lo previsto, se supone, consecuencia de un deficiente estudio geológico, generando unas cantidades de agua que en el ramal asturiano se dejaba correr en pendiente natural, mientras que en el leonés se elevaba mediante un kilométrico escalonado de depósitos y bombas «cuesta arriba». Lo malo era que, al propio tiempo, los enormes ‘tubos’ que conformaban la excavación se convirtieron en igualmente enormes drenajes que destrozaron los acuíferos, dejando sin agua a los pueblos existentes sobre su trazado. 

La cosa, ya bastante mala de por sí, se agravó cuando los túneles de ambas vertientes se encontraron, pues en ese momento, se cortó el bombeo, y todas las aguas «se fueron» hacia Asturias, sin que se tomara ninguna medida correctora, vertiendo libremente cientos de miles de litros sin ningún tipo de control, con el problema añadido del riesgo que, a la larga, eso suponía para la estabilidad del propio túnel por el inevitable «lavado» de tierras de su perímetro y que, no de forma inmediata, pero si en el futuro, dejarían la estructura con riesgo de colapso. 

De esa situación nada había entonces trascendido, hasta que La Crónica, antecesora de este periódico, consultó a la Confederación sobre el vertido hacia Asturias de aquél volumen enorme, la que, en las primeras conversaciones, negó la existencia del problema Pero se había levantado la liebre, y la negación duró, es cierto, menos de 48 horas. La evidencia era demasiado voluminosa, por decirlo de alguna manera.

Creo recordar que, en aquellos momentos, se cifraba el vertido anual en el equivalente a la capacidad del embalse de Villameca.

Luego vinieron los cambios de gobierno y por tanto de ministros, la crisis económica, la decisión de ampliar el uso al transporte de mercancías con trenes de ancho ibérico conviviendo con el ancho europeo en el mismo trazado, desafío técnico de altura, por cierto.

Así que casi es milagroso que, con el cóctel de aguas, trazados, usos y demás, hayamos llegado a su puesta en marcha.

Claro que, sigue el problema de los acuíferos de esta provincia (daños colaterales según unos o el precio a pagar por los avances técnico según otros) que maldita la gracia les hace a los afectados, y una duda constructiva y personal sobre la estabilidad futura, mientras las filtraciones no se corten totalmente, porque el agua, 24 horas al día, 365 días al año, durante años y años, no es precisamente buena cosa.

 

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