25/12/2023
 Actualizado a 25/12/2023
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«Tempus fugit», (El tiempo pasa rápido), así lo decían los clásicos. Pues nada, para unos Feliz Navidad, para otros Feliz Saturnalia o Saturnales, y para el resto feliz solsticio de invierno.

Hoy, me asaltan las dudas: seguir con la «vieja» tradición de renombrar al «cuñao» u olvidarme del sujeto. Pero, bien pensado, ¿qué sería de nosotros sin los sabios consejos o monsergas del personaje sentado o atravesado en mitad de la mesa navideña?

Aunque, esta Nochebuena, el «cuñao» anda algo belicoso y nada más sentarse ha comenzado a disparar en todas direcciones. Es más, cada vez que alguien alude a un conflicto, bélico o no, léase el del este de Europa o el de Oriente Medio, le da un larguísimo trago al morapio… que deja el vaso medio temblando. Menos mal que la cuñada está al quite y lo remedia rellenándolo de nuevo.

La cena transcurre con cierta normalidad, hasta que el «cuñao» se arrea un lengüetazo por la comisura del «morrete» y con rotundidad sentencia las bondades del vino. ¡Está cojonudo! Perfecto, ya que este año había sido yo el encargado de traerlo.

De pronto el «cuñao» se pone serio y declama un par de soflamas sobre el panorama patrio: ¡España se desmiembra! No aclara ni cómo, ni dónde, ni por qué ocurre tal infortunio a la vez que le entra cierta pesadumbre y coloca su mano sobre la frente. ¡Se masca la tragedia!

El «cuñao», tras un exiguo pensamiento, reacciona con ojos vidriosos y pregunta a bocajarro: ¿Quién coños se llevó las botas mi padre?

«La color», que decía uno de la Ribera, vuelve a la cara de los comensales, ya que todos saben que las dichosas botas se las había regalado el difunto a su hijo, al «cuñao». Será que ya no se acuerda… ¡O que el morapio empieza a hacer su duro trabajo!

Este año, en esta Navidad, hemos cambiado el verde norteño por la roca volcánica. Desde Las Palmas de Gran Canaria: ¡Feliz Navidad! Salud.

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