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Especulaciones de un madridista

22/03/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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Cada año en estas circunstancias, cuando se celebra el partido de fútbol entre los dos grandes de la liga, arrecia el debate sobre si en realidad es determinante la existencia de determinados deportistas en los equipos de nuestro fútbol, jugadores que desestabilizan los esquemas del equipo contrario, ya sea con su potencia o su olfato de gol, ya con su inteligencia o su habilidad. Entre estos últimos desestabilizadores, según quien zanje la controversia, el protagonista que destaca por encima de todos es Messi –eso no nos atrevemos a discutirlo siquiera los madridistas–, aunque existen otros de similares características, casualmente pertenecientes al equipo blanco: ahora mismo Isco pero, sobre todo, Modric. En evidente declive Iniesta (acostumbrados como estábamos sus admiradores a las numerosas fintas y asistencias del albaceteño), los aficionados del Bernabéu buscan en la calidad del jugador croata el peso que equilibre la balanza que lleva unas temporadas marcando la preeminencia blaugrana entre los dos equipos importantes de la liga.

En esto del fútbol, cada cual tiene su opinión. La mía es la de que cambiaría con los ojos cerrados la potencia y los goles de Cristiano Ronaldo por la brujería desestabilizante de Messi. Acaso influya en ello el valor que otorgo, en este caso, al carácter prepotente del madridista frente a la modestia innegable del argentino. Es esa calidad de Modric (dejo ahora al margen su acendrada modestia) la que puede llegar a equilibrar la susodicha balanza a favor del Madrid en el partido de hoy. Su visión del juego, sus quiebros y fintas en una zona del campo tan elemental como la que dicen de «media punta» rompiendo las líneas del equipo contrario y abriendo huecos en sus estructuras defensivas, lo convierten, según se ha visto, en el jugador de su equipo más importante en estos momentos, por más que no comparta el carisma goleador del astro argentino.

Este domingo disputan el Madrid y el Barca un partido de los que van a disfrutar incluso los que no tienen afición por el fútbol. Y ello porque un espectáculo de este calibre, con el liderazgo de la clasificación en juego, sólo es posible cuando sus protagonistas son, por así decirlo, los mejores del mundo. Antes, en los tiempos en los que se jugaba al fútbol de otra manera, es decir, cuando escaseaba la preparación física y la persecución (marcaje hombre a hombre, se decía) a los jugadores clave durante el discurrir del partido era un hecho, el juego resultaba deslucido porque dichos futbolistas, atosigados por el juego sucio del marcador de turno, apenas si intervenían en el desarrollo de las jugadas. Hoy no es posible dicha táctica por parte de ningún entrenador, y si ‘Ancheloti’ pretendiese, por ejemplo, que Pepe persiguiese a Messí allá donde fuese (nos decía un entrenador de entonces: «Marque usted a ese figura allá donde vaya. Y si se sale del campo a mear, se va usted con él»), la rechifla del público sería de órdago, entre otras cosas porque, como digo, ahora todos los futbolistas disponen de una capacidad física envidiable, y Messi tiene más calidad, pero sobre todo tanto o más aguante físico, que Pepe, y el ridículo que podría hacer el jugador madridista persiguiendo la sombra del argentino por todo el campo resultaría comparable a la del niño tratando de atrapar el globo que su progenitor, tan juguetón como él, toca con el dedo cuando su hijo está a punto de alcanzarlo.

En idéntica situación, pensamos los madridistas, se tasaría a quien tratase de frenar a Modric –acaso Busquets– a base de patadas bruscas, agarrones y marrullerías, más castigados hoy, es cierto, que los de entonces. Puede que el lector, madridista o no, llegué a preguntarse por qué, en vez de Modric, no pongo en la misma balanza a Messi y a Ronaldo –balones de oro, goleadores y figuras emblemáticas ambos–, y a mí sólo se me ocurre, esta vez sí, apelar a la memoria para documentar que, en los grandes eventos, en los partidos importantes, Ronaldo se desquicia con la misma facilidad con la que Messi despacha sus pases con malévola intención (bendita, dirían los blaugranas).

Yo, por supuesto, dejo en paz a los gladiadores por el bien del espectáculo, pero no nos vendría mal a los madridistas que Modric tuviese su noche. O que a Messi le diese por una vomitona a comienzo del partido, que el pobre hace ya mucho que no tiene dolencias.
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