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Escribir el Primero de mayo

01/05/2023
 Actualizado a 01/05/2023
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Escribir el Primero de mayo no tiene que ser llorar. En este tiempo inclemente, inseguro, poblado por la incertidumbre y la oscuridad del futuro, este país va capeando el temporal, con ayudas europeas y también con notables polémicas europeas, todo al mismo tiempo. Hay motivos para la crítica, sí, como en cualquier instante turbulento, pero también es importante reconocer logros, como los que se han producido en el precio de la energía desde 2022, donde se pasó de alcanzar cifras desorbitadas a una corrección importante a final de año. El precio de la energía resulta fundamental para contener el gasto, y ese control que estableció la excepción ibérica, y que llevó a España y Portugal a liderar los precios a la baja, se mantiene en buena forma, incluso sin el tope del gas. La gran transformación que se prevé a partir de las renovables se inscribe en el binomio energía-clima, algo absolutamente trascendental para los países del sur.

Pero ni siquiera el aumento de medio punto en la economía española en el último trimestre, favorecida esencialmente por las exportaciones, ni el ambiente de crecimiento que se observa en líneas generales, permiten luchar con el alza desmesurada de la cesta de la compra. Ahora mismo, el vendaval de la inflación es el gran problema de la economía española, que afecta singularmente a las economías domésticas y que está provocando grandes desigualdades, hasta el punto de desestabilizar la clase media. La pobreza se ha instalado con más fuerza entre los desfavorecidos, desempleados o trabajadores escasamente retribuidos (se da la paradoja del trabajador pobre, que aún empleado pierde continuamente poder adquisitivo), por no hablar de los movimientos telúricos de la economía en un mundo poco predecible.

Todo es más difícil en momentos de incertidumbre. A la presencia de la guerra en Europa, un factor negativo nada desdeñable, hay que unir el instante de transformación del mercado de trabajo en el que nos encontramos. El mundo desarrollado afronta ahora mismo un futuro imprevisible y cambiante, y lo hace, sobre todo, empujado por los avances tecnológicos que están modificando las sociedades a gran velocidad. Pronto todo esto tendrá que tenerse en cuenta en días como hoy. Ya se dice que la actividad sindical tradicional tendrá que redefinirse ante los nuevos oficios, el aumento progresivo de lo individual, la aparición del teletrabajo, y, desde luego, el impacto de las nuevas profesiones asociadas a la evolución tecnológica. La gran dificultad consiste en asumir un mundo nuevo cuando aún no ha desaparecido el viejo.

También puede ser un obstáculo la falta de formación en ciertos sectores, la desigualdad excesiva entre las ciudades y el mundo rural, y de eso sabemos algo en esta parte del país, la fragilidad provocada por la pobreza que afecta a muchas familias, cuyas economías están lastradas por asuntos vitales como la vivienda, que se lleva un porcentaje absolutamente excesivo de los ingresos. Si España no logra que los empleos estén bien pagados, no podrá competir con otros países de su entorno, y mucho menos en el terreno de los empleos cualificados. La pérdida de talento tiene que ver con el poco reconocimiento económico, con la temporalidad y con la falta de alicientes en el desarrollo de la carrera profesional. Hay que cambiar estos modelos, porque las nuevas profesiones demandan un alto nivel de preparación que debe traducirse, necesariamente, en los emolumentos recibidos.

Pero lo mismo es válido para aquellos que apuestan, por ejemplo, por regresar al campo. El tejido económico, en alza, nunca termina de alcanzar adecuadamente a los trabajadores. ¿Por qué? La pobreza se ha adueñado incluso de aquellos que acuden a su trabajo, la inflación ha hecho bajar el consumo de las familias un 1,3 en el último trimestre, y muchos precios siguen, inexplicablemente a veces, descontrolados. La producción se ha encarecido exponencialmente. No extraña que la vivienda, cuya nueva ley acaba de aprobarse, sea ya uno de los caballos de batalla de las elecciones. Este país (o sus gobiernos) no se ha preocupado adecuadamente de la vivienda de la gente, los índices de construcción protegida llevan años por los suelos, apenas se ha favorecido adecuadamente la renovación y la rehabilitación, lo que ha envejecido el parque y además suele afectar a personas de edad avanzada y escasos recursos.

Que los pequeños sueldos de tantos ciudadanos se vean drásticamente mermados por los alquileres o por las hipotecas implica que el tejido social se vea sometido a una parálisis continua, así venía sucediendo sin aparente solución, al tener que dedicar a ello una gran parte de sus recursos pecuniarios. Los jóvenes no pueden independizarse: no sólo por la fragilidad tradicional del mercado de trabajo, o por la escasez de los sueldos, sino porque no pueden acceder a la vivienda. Es un círculo vicioso infernal, que, además, ata de pies y manos el desarrollo y la evolución de un país. La precariedad se torna infelicidad, y desde la infelicidad que da la pobreza y la escasa capacidad de mejora no se puede construir un país moderno.

Este debate se inscribe en los cambios a los que la sociedad se ve abocada, a raíz, también, de la aparición de nuevas profesiones. Tenemos que reforzar la educación y la formación de los ciudadanos. Tenemos que lograr que la educación derive en empleabilidad, lo que evitaría que muchas familias, ya precarizadas, tengan que sostener a sus hijos hasta los cuarenta años. Evitar, en suma, el círculo vicioso del deterioro económico, que frena vocaciones y destruye el futuro de muchos. Por no hablar de la pobreza infantil o de las mujeres, un asunto, también, de especial relevancia, a veces poco conocido.

Entre los datos más favorables de la economía post pandemia están los del turismo. Resultaba fácil adivinarlo. Durante mucho tiempo se criticó la idea de que España se estaba convirtiendo en un ‘país de camareros’ (así se etiquetó), ante la urgente necesidad de un empleo rápido, y empujado por la presión del turismo del norte, que pensaba en los países cálidos del sur como resort o residencia habitual de sus jubilados. Con el tiempo, se ha detectado que el deterioro del mercado ha llevado a la falta incluso de camareros. Lo que parece indicar un fallo estructural que afecta tanto a los empleos básicos como a los más cualificados, pues ambos encuentran dificultades. Este es uno de los retos del Primero de mayo. Sin olvidar el impacto que el cambio climático empieza a tener en los empleos del campo. Ese es otro gran reto.
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