04/10/2023
 Actualizado a 04/10/2023
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La prisa y el buen comer son dos cosas en equilibrio precario. Llevo un tiempo haciendo malabares para no comprar ultra procesados y al mismo tiempo evitar el extremo opuesto que sería alimentarme de manzanas y yogures bio. 

Me recomendaron una aplicación muy chic que escanea los códigos de barras y te dice si los productos son aceptables o si vas a ingerir algo parecido a un candado con forma de donut. Esto te evita leer las etiquetas en las que en muchas ocasiones se revela que en unas barritas de pescado hay de todo menos pescado o el vino es sin alcohol, es decir, un mosto de toda la vida. 

Un mundo aparte es el de las trazas, que están en todas partes y son sumamente exóticas. Incluso en algunos tipos de pan hay trazas de crustáceo, algo que siempre me recuerda a mi abuela, que cuando era una niña me ponía de tapadillo yemas de huevo en la leche caliente con miel. Lo hacía porque yo era una estragada y no comía así que aquello era una traza justificada pero no por ello dejaba de ser un vicio oculto, un gazapo, un engaño superlativo. 

En todo caso, siempre es mejor notificar en la etiqueta que narcotizar a los consumidores sin más como hizo una conocida marca bio que hace unos meses distribuyó sus galletas contaminadas con burundanga (obviamente por accidente) Imagínense: «Galletas fitness con posibles trazas de burundanga y crustáceos/Consúmanse en cualquier momento y lugar».

Bromas aparte, la lentitud y el amor a la naturaleza, a las cosas que derivan directamente de ella y que por lo tanto mantienen su forma, su color, su olor y sus propiedades, parece algo que es necesario recuperar, también en la alimentación, sin caer en fanatismos verdes. 

Cada uno encontrará su manera de equilibrar, la sabia dieta ayurveda dice que cada cuerpo es un universo y que lo que uno necesita otro lo rechaza. Hay quien ama los alimentos calientes y quien necesita ensaladas y frutas frías para sentirse bien, pero creo que absolutamente nadie agradece fagocitar algo con forma de gamba que en realidad es un conglomerado de ácidos, colorantes y harinas varias, todo ello regado con una bebida súper azucarada, aunque el atracón no produzca un daño inmediato a la salud. 

El equilibrio sigue siendo la piedra de toque en esa búsqueda de la salud física y mental, cuando los tiempos y la medicina, que cada vez tiende a ser más holística, nos muestran que mente y cuerpo están enlazados de una manera estrecha e indisoluble. 

Ahí tienen a Bryan Johnson que está invirtiendo una fortuna en rejuvenecer, algo que por lo visto está logrando. Entre las rutinas establecidas, se levanta de madrugada y come una cantidad ingente de verdura a la que llama «el gigante verde». Qué les puedo decir de estos extremos. Me parece un tostón tener que desayunar un kilo de brócoli y cien años más en ese plan a mí se me harían larguísimos.

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