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El incendio de la soledad

09/01/2023
 Actualizado a 09/01/2023
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El balance de la soledad en nuestra tierra leonesa, una de las más vaciadas y vacías, pone los pelos de punta. Los bomberos hablan de 161 salidas, solo entre enero y noviembre de 2022, para atender llamadas de socorro de vecinos de viviendas unipersonales, que un día echan de menos la presencia de personas que viven solas y no dan señales de vida. Y hablan de unas 64.000 viviendas de este tipo.

Morir solos es muy fácil. Para muchos, probablemente, más que seguir viviendo. Y no hay argumento alguno que se sostenga honradamente para achacarles a estos solitarios delito, ni delirio, ni trastorno humano alguno, ni de la voluntad, ni del entendimiento. Hayan caído en la soledad por voluntad propia o ajena, no dejan de ser mundos completamente autónomos y dignos. Otra cosa es la culpa que le pueda corresponder a una sociedad que lo permite y que consiente que esto ocurra. ¿Qué tipo de sociedad es esta?

Salvo que seas alguien de reconocido prestigio, como Papa, o premio Nobel, o multimillonario, o rey del fútbol, no esperes, leonés querido, que esta sociedad se ocupe de si estás muerto o estás vivo. Estás solo, y punto. Y si, además, vives en una de esas aldeas perdidas y casi vacías, donde a lo más que puedes aspirar es a que nadie se meta contigo por darle un rebojo de pan a su perro tumbado delante de tu puerta, y te llene de injurias, entonces ya puedes darle gracias al altísimo.

Al Papa Roncalli, Juan XXIII, el Papa Bueno, fallecido en 1962 a los 78 años, lo habían enterrado incorrupto, como a la bisabuela del Cronista. Pero él tuvo más suerte que la de Villanófar de Gradefes, y su médico (profesor Genaro Goglia) arrepentido, cantó, declarándose culpable de haberle inyectado alcohol etílico, formalina, y otras sustancias, durante el embalsamamiento. Gracias a eso se libró de ser proclamado santo. De puro milagro, como quien dice. Y es que el sepulcro es el lugar más solo al que llegaremos, tarde o temprano, los humanos, corruptos o no incorruptos.

El cuerpo de Roncalli ahora descansa en una capilla de San Girolano, un lugar tranquilo y solitario, algo así como el castillo de Villapadierna, donde podrá observar cómo esta sociedad, vapuleada por un montón de virus contagiosos, por políticos como Trump o Bolsonaro, y amenazada por locos como Putin el ruso, podrá observar, decimos, cómo no aparece médico alguno que confiese el tipo de anestésico que ha metido en las conciencias a este anestesiado mundo.
El incendio de la soledad se extiende como un virus. Arde sin piedad nuestra provincia.
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