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El forastero Torra en la fuente de Machado & Guiomar

14/07/2018
 Actualizado a 08/09/2019
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No es una anécdota lo sucedido en la ciudad de Sabadell, sino una demostración más de cómo los recursos y poder públicos son utilizados para la desafección, cuando no el desprecio, hacia los valores culturales españoles. En agosto del año pasado fue enviado por el Ayuntamiento a las entidades de esta ciudad un informe acerca de la oportunidad de contar con un renovado callejero, con una serie de propuestas de sustitución, en aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Este estudio había sido encargado a un cráneo privilegiado de la peculiar historiografía secesionista al uso, de nombre Josep Abad, por parte de la Comisión de Cultura, que preside la miembro de Esquerra Republicana Montserrat Chacón (el gobierno de esta ciudad es un conglomerado, del anterior partido, ICV, CUP, Podemos…).

En muchos ayuntamientos españoles, se han rotulado calles con el nombre de eminentes literatos o artistas, también en Sabadell. Ese tal vecino Abad concluye, entre otros dictámenes, que las votadas, en distintas épocas, por los plenos municipales de la histórica ciudad textil a favor de Garcilaso de la Vega, Lope de Vega, Mariano José de Larra, Francisco de Goya…, fueron fruto de «un modelo seudocultural franquista». Igual ‘laudo’ suscribe respecto a Bécquer, Moratín, Joaquín Turina… No solo cocea con sus latiguillos a personajes de la cultura; sarpullido le provocan políticos, como Dolores Ibárruri, o conquistadores, en el caso de Pizarro; y escocedura nombres de ciudades ‘castellanas’, hechos históricos o nombres geográficos nacionales.

Dos escritores le resultan al tal Abad especialmente detestables para figurar en las calles de Sabadell, Francisco de Quevedo y Antonio Machado, porque «son hostiles a la lengua, cultura y nación catalanas». Se explaya en consideraciones sobre Machado: «Bajo la aureola republicana y progresista con que se ha revestido su figura hay una trayectoria españolista y anticatalanista». Pero Machado es mucho Machado; reseñado sea sin demérito para ningún otro creador. La reacción ciudadana no se hizo esperar, especialmente en el barrio de Can Rull, donde se halla el mayor número de calles que serían objeto de cambio de nombre. El presidente de la asociación vecinal, Juan Moreno, afirma que «Machado fue el que más nos dolió», y «hay que recordar que Machado murió en el exilio, que eso sí que lo fue, y no lo de Puigdemont». Moreno ya ha organizado dos veladas literarias en la pequeña plazoleta del autor de ‘Campos de Castilla’, con una selección de sus versos.

El disparate, sufragado por el Ayuntamiento, del tal vecino Abad, mereció la atención, y el reproche, de varios medios internacionales; y un gran descrédito para los separatistas. No ha de extrañar, pues, que este asunto surgiera en la primera plática establecida entre los dos nuevos presidentes, el del Gobierno, Pedro Sánchez, y Quim Torra, de la Generalidad, el 22 de junio, a propósito de la inauguración de los Juegos Mediterráneos de Tarragona. Torra se mostró interesado en hablar de la fuente que frecuentaban Antonio Machado, y su segundo amor, la Guiomar de sus poemas, y que finalmente fue identificada por Ian Gibson, dentro de los jardines de La Moncloa, en su biografía sobre el poeta, en 2006. Y aprovechó la ocasión, el pasado día nueve, en su encuentro en el palacio presidencial con Sánchez, para reclamarle una visita a tan poético lugar.

A un personaje que acumula en su personal archivo los calificativos más groseros, despectivos, que imaginarse uno puede, hacia los demás españoles, ¿le importan algo Machado y la ‘misteriosa’, por tanto tiempo, Guiomar? Acaso mostraría interés por saber cómo Concha Espina, la autora de ‘La esfinge maragata’, dio a conocer, en 1950, el epistolario fragmentado de Machado que Pilar Valderrama, Guiomar, puso en sus manos para su publicación, sin autorizarla a desvelar su verdadero nombre…; o por el testimonio de la amada misma, publicado en 1981, después de su muerte, «Sí, soy Guiomar»…

No creo que a Torra le importase en demasía la ‘Fuente del Amor’ sino el provecho que podía sacar de la visita; para su imagen política personal, y europea, de la administración que, junto a otros, con desafío constitucional dirige; como resarcimiento publicitario, en una ocasión única, ante un incisivo y coleante descrédito. No se recuerda que él o alguno de sus conmilitones abriese la boca en Cataluña para denunciar el sectarismo y parcialidad del informe del tal Josep Abad. En los jardines privativos de La Moncloa, que fueron, con más amplia extensión, el parque natural, público, de los madrileños, Torra no deja de ser, pues, un interesado forastero, en las antípodas de lo que para la nación, la cultura, y la dignidad personal, ha significado y representa Machado.

La antigua fuente de los dos furtivos y castos amantes ha perdido la natural vegetación y mucho de su encanto; más parece un estanque, sin el vigoroso chorro que emanaba de su cilindro central. Pero gracias al testimonio vital, al amor y versos del poeta, huésped eterno en el cementerio de Collioure, conservará su contemporáneo simbolismo para los españoles y otros amantes de la cultura universal.
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