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El camino de la señora Trini

15/08/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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Si me dijeran que marchaba al día siguiente, yo encantada». Así respondió Trinidad Martínez Fernández cuando hace unos días le pregunté qué titular le gustaría más para encabezar una posible entrevista con motivo de su noventa y nueve cumpleaños. La protagonista nació un mes de agosto de 1916 en el municipio leonés de Ferral del Bernesga y aunque debiera estar muy contenta por acercarse a la centena en tan buena condición, lleva casi cuatro décadas lamentando la muerte de Pepe, su marido y santo en vida según dicen, más por la paciencia demostrada que por haber obrado milagro alguno. La señora Trini, como la conocen en la Parroquia de San Francisco de la Vega, es hija de Tomás (el ‘Tío Bardón’) y hermana de Toribia, Agustina e Isidora quienes aprendieron de su madre el oficio de lavanderas. «Recuerdo que antes de la guerra teníamos huerta, conejos, gallinas, pollos, cerdos, dos vacas y un burro blanco para ir a León» asegura mientras no pierde atención de un nuevo ‘Pasapalabra’, el programa que ve antes de cenar las sopas de ajo le prepara su nuera. Se sabe el orden de las novenas según la época del año y señala todas las operaciones que ha sufrido: rodilla, vesícula, hernia, cataratas y cadera. Trini nunca fumó, su único vicio reconocido fue aquella copa de sidra ‘El Gaitero’ con la que brindaba cada Nochebuena y, como ella misma reconoce, «vivir en un tercero sin ascensor me ha dado la vida». El relato de esta leonesa no tendría más interés si no fuera porque sus ojos han visto pasar un siglo de historia casi sin darse cuenta. Nueve papas, tres reyes, dos dictaduras, una república y la evolución de un país, el nuestro, que a día de hoy deja a buen número de sus mayores fuera del estado del bienestar. Trini tiene una pensión que representa algo menos del salario mínimo interprofesional, el coste de su cuidado supera tres veces los ingresos. Me pregunto cuántas mujeres de su quinta pudieron llegar a centenarias pero murieron antes de tiempo porque la familia, ese pilar fundamental de la economía española, no supo, no pudo o no quiso hacerse cargo de la situación. Por eso le digo a Trini que camine hacia los cien años con algo más de alegría, que recuerde ese viaje a Gijón en el seiscientos de Pepe; que mire de nuevo la foto de los cuatro en la barra del bar ‘Pereda’; que piense en las sesiones a peseta en el ‘Cine Crucero’, en la receta de conejo sobre cazuela de barro o en aquella otra de figuelos y pedos de monja. También invito a sus bisnietos a que sienten una tarde con ella, pero no todos juntos porque son una decena, y charlen sobre las cosas sencillas que no salen en internet. Lo más difícil no será que Trini les entienda sino que ellos puedan estar una hora con el móvil apagado.
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