Secundino Llorente

‘Educación en la sombra’. El boom de las clases particulares

02/03/2023
 Actualizado a 02/03/2023
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Este es un tema ‘de siempre’ que ha saltado a la palestra ahora por el estudio, ‘Educación en la Sombra’, elaborado por el catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Uned, Juan Manuel Moreno, analista de investigación del Centro de Políticas Económicas (Esade). Este informe trata de demostrar el intento de las familias por mejorar la trayectoria educativa y las expectativas laborales de sus hijos que ha disparado el mercado de las clases particulares a unas cotas muy superiores a lo que teníamos hasta ahora: el gasto total en extraescolares educativas se eleva a 1.700 millones de euros al año y un 47% de los niños y adolescentes asisten a ellas. La causa de este cambio está en la competencia feroz dentro del sistema. Entre las razones que explican la demanda de clases particulares de las familias están el creciente clima de competencia escolar y la percepción ascendente de que el listón de la calidad de las escuelas ha bajado en picado y que hay que compensar de algún modo esta caída. El estudio de Esade divide las clases extraescolares en dos grandes categorías: las destinadas a ampliar y a perfeccionar los conocimientos como las de idiomas y las que tienen como objetivo reforzar, recuperar y ponerse al día en aprendizajes ya adquiridos de las materias curriculares básicas, como matemáticas o química. Esade llega a la conclusión de que las familias ricas se centran especialmente en extraescolares para perfeccionar idiomas y que lo hacen como una medida para proporcionar a sus hijos ventajas competitivas.

En mi opinión esta demanda al alza de clases particulares puede ser injustificada. El estudio publicado por Esade refleja que la recepción de clases particulares experimenta un aumento especialmente en la ESO. En esta etapa las clases de repaso en materias curriculares básicas también empiezan a ser fundamentales. Coincido con el presidente de la federación de directores de colegios públicos. Él cree que en la mayoría de los casos no está justificada esta necesidad y estas clases particulares, en algún caso, podrían ser convenientes, pero la escuela debería servir para que ningún niño necesite estas clases de refuerzo. Tengo la experiencia de que la mayoría de los padres no escatiman el dinero para mejorar la formación y educación de sus hijos, aunque ellos tengan que privarse de lo más necesario o no lleguen a final de mes. El País del 19 de enero lo deja muy claro con este ejemplo: «Rocío Valerio, de 43 años, está desempleada. Pero cuando a finales de diciembre su hijo volvió a casa, en el barrio de Vallecas, en Madrid, con las notas del primer trimestre que incluían un cinco pelado en Inglés, no lo dudó: preguntó en el chat de padres de su clase si alguien conocía a un profesor que diera lecciones particulares. Desde hace un par de semanas, se ha sumado al creciente número de progenitores que financian clases privadas para que sus hijos no se queden atrás o para proporcionarles ventaja frente a sus compañeros. Estamos pagando 15 euros por hora, que es la tarifa estándar en clases de idiomas. La profesora viene dos veces a la semana una hora. Es una pasta, pero no hay alternativas».

Es una pena el auge y la desigualdad que este tema provoca. Mi opinión es totalmente contraria a esta discriminación y debería haber otras soluciones. Mientras las familias ricas utilizan estas clases para diferenciar a sus hijos y mejorar su trayectoria educativa, las familias pobres utilizan esas clases simplemente para seguir el ritmo de la clase y para que no se queden atrás. En la enseñanza privada ganan las clases de idiomas, pero en la enseñanza pública gana el refuerzo de las materias básicas (Lengua, química o matemáticas). Esa es la gran diferencia social que insinúan las clases particulares.

En 2008, el viceconsejero de Educación Escolar de la Junta, Fernando Sánchez-Pascuala, organizó y promocionó un plan de éxito escolar con el fin de «reducir el fracaso escolar». Ese plan nos venía como anillo al dedo, pero adaptado a la realidad de nuestro instituto. El cambio más importante estaba en que eran los propios profesores del centro los que daban las clases de refuerzo y en conexión con el profesor de la mañana que le marcaba las necesidades de cada alumno. La Dirección Provincial nos aprobó nuestro Plan que era muy simple: Un cupo de profesorado voluntario e implicado para Lengua, Inglés, Matemáticas, Química y Plástica. Cuatro tardes a la semana, con ordenanzas y Equipo Directivo de guardia. Se involucran y se comprometen profesores, alumnos y padres. Control diario de incidencias. El instituto ha mejorado sustancialmente sus resultados: desaparece el fracaso. En esa época de crisis económica profunda, este plan con clases particulares gratis se vendía muy bien. Entiendo que es muy difícil de creer este relato, parece ficción, pero es real. Detrás hay muchas horas de dedicación. En el momento de mi jubilación hace cinco años, el último día de curso, los ciento veinte alumnos de primero de ESO pasaban ya todos a segundo, sin esperar a septiembre. Cero repetidores. Nuestro Plan de Éxito sí funcionó. Y así lo reconoció el ministerio de Educación al seleccionar a nuestro centro como la mejor ‘escuela de éxito’ de España en Educación Secundaria.

En cuanto a las clases particulares de idiomas, no me extraña que los padres ‘echen el resto’ para que sus hijos finalicen el bachillerato hablando correctamente en inglés y no ser los analfabetos europeos del siglo XXI. Las autoridades educativas tienen que entrar ‘a saco’, sin miramientos ni pamplinas, para enfrentarse a los cambios del programa de bilingüismo en los centros públicos. Los padres saben perfectamente que con el nivel de inglés que aprenden en los institutos ‘no llega’ y no les queda otro remedio que llenar las academias de lenguas. ¿Hasta cuándo?
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