12/03/2017
 Actualizado a 17/09/2019
Guardar
Ya sé que soy un viejuno y que no entiendo nada de la juventud de hoy, pero leo en la edición digital de este periódico, a 300 kilómetros de distancia de donde se publica, que unas 1.000 personas se manifestaron en León contra la Lomce y contra los recortes a la enseñanza pública y que ese mismo día 7.000 jóvenes participaron en una espicha en la Universidad y no puedo menos que escandalizarme ¿Este es el divino tesoro, la juventud que tiene que revertir el declive de una provincia que no deja de precipitarse en caída libre hacia la despoblación y el envejecimiento?

Por supuesto que también sé que el pasotismo juvenil no es exclusivo de los leoneses, ni siquiera de los de estos tiempos (en los míos también había ‘pasotas’; fue, de hecho, la generación que inventó la palabra), pero me alarma la desproporción: 7.000 universitarios bebiendo sidra contra 1.000 manifestantes contra la Lomce y no todos entre estos eran jóvenes, había también profesores y padres a juzgar por las fotografías. Si los jóvenes leoneses no se movilizan por lo que les afecta directamente a ellos, ¿cómo esperar que lo vayan a hacer contra cuestiones que les quedan lejos? Incluso cuando estas cuestiones afectan a sus familias o a los lugares en los que viven, como sucede un día sí y otro también, por desgracia para nuestra provincia.

Cada vez que vuelvo a León me sorprende la cantidad de gente mayor que veo por la calle, el gran número de viejos que toman el sol en los bancos públicos o que pasean por la ciudad con cara de aburrimiento, y la escasez de jóvenes que se advierte a todas las horas salvo por las noches en los locales de copas. Supongo que en Ponferrada y en otros sitios pasará igual. Los datos dicen que la provincia leonesa es una de las más envejecidas de España y que el proceso de envejecimiento sigue en aumento y eso se nota, pero no justifica la falta de presencia de los jóvenes en la vida social y política de aquélla y mucho menos el pasotismo que manifiestan salvo excepciones hacia su propio futuro, sean universitarios o no. Si son universitarios ya saben que con el título de la carrera les darán una maleta para que emigren y, si no lo son, ni siquiera eso; tendrán que comprar la maleta ellos mismos o resignarse a malvivir de empleos precarios, si los encuentran. O eso o vivir eternamente con sus padres. Pero no parece que les importe mucho a lo que se ve mientras los fines de semana puedan salir de copas con los amigos y en la Universidad haya botellones en los que olvidar la falta de perspectivas de una provincia llena de viejos y funcionarios y de futuro en ella para la mayoría. Ni siquiera el poco prestigio de la Universidad en la que estudian y que en el último ranking de las Universidades españolas quedó situada en el último lugar les importa.

De todos modos –y esto va para el director del periódico, que quizá se esté preocupando por mis consideraciones y por las reacciones que puedan provocar entre los jóvenes–, no hay peligro de que esto que escribo les moleste, pues en su general pasotismo ni siquiera leen la prensa, puesto que exige un esfuerzo que en modo alguno están dispuestos a hacer ¡Divino tesoro!
Lo más leído