Imagen Juan María García Campal

Y dios, como estuvo, está allí

18/10/2023
 Actualizado a 18/10/2023
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Aun mi confeso agnosticismo y privado, que no político, liberalismo, durante años mantuve en ocasiones cierto prejuicio a visitar iglesias a pesar de considerarlas, en horario libre de ritos y ceremonias litúrgicas, junto a los paseos campestres, lugares idóneos para el pensamiento o reflexión, sobremanera, en tiempos de íntima tribulación. 

A resolver tal escrúpulo, amén de la autocrítica, ayudó el artículo del poeta Manuel Asur titulado ‘El silencio de Dios’ en el que, entre otras cosas, dice: «… el templo… es el único lugar donde se escucha el silencio de Dios», es decir, es ese lugar donde cada cual, según su doctrina, bien puede escuchar el silencio del todo o desde su agnosticismo escuchar el silencio de la nada y, en ese silencio, entablar el mejor de los diálogos con su más íntimo ser. 

Mas, cuando agradecido cito ‘el silencio de Dios’, cuando hablo del íntimo examen del hombre ante sí mismo, a la vez echo de menos el silencio de muchos de los intérpretes de los dioses de las diversas creencias que bien como rabinos, bien como imanes, bien como clérigos, no sólo con sus interpretaciones llenan de ruido ‘el silencio de Dios’ sino que también siembran en el alma de sus seguidores el que José Saramago llamó «factor Dios», es decir, esa malévola utilización del, si existente, correspondiente Dios para en su nombre cometer los mayores crímenes, justificándolos como defensa y manifestación del poder y gloria del invocado y manipulado en cada caso.

No dejó de haber un dios, si existente, manipulado detrás de crímenes como los ejecutados en las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 o en nuestros trenes el 11 de marzo de 2004, como tampoco faltó en la ¿santa? Inquisición o como ese mismo dios estuvo tras la calificación de «Cruzada» de la sublevación del fascismo español contra la II República, para luego reaparecer durante la Segunda Guerra Mundial en el Estado vaticano, aliado del Estado fascista italiano y del Estado nazi alemán, con el que había firmado un concordato; como un dios hubo tras la masacre de Sabra y Shatila, entre los días 15 y 18 de septiembre de 1982, consistente en la matanza de cientos o miles de refugiados palestinos residentes en los campos de refugiados situados en dichos barrios, en Beirut Oeste, durante la guerra del Líbano de 1982.

Por todo ello, este escribiente, antes de tomar partido por uno u otro dios o banda, prefiere seguir exigiendo paz al amparo del silencio de ese Dios del que es agnóstico. ¡Amén! 

Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud!

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