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El dinero no cree en Dios (I)

11/03/2024
 Actualizado a 11/03/2024
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Cuando yo fui, o mejor dicho me llevaron porque de aquella uno no sabía andar solo por el mundo, a la guardería no hacía falta preguntar muchas cosas a las familias de los niños porque ya se daban por supuesto. Estamos hablando de hace unos treinta y cinco años, de una guardería de tradición católica y de un lugar con una población de alrededor de 10.000 con 9.900 habitantes españoles de pura cepa. Pero para poder entrar en la guardería de las Misioneras Apostólicas de la Caridad con dos o tres años uno de los requisitos, con toda la lógica del mundo, era una partida de bautismo del niño.

Pocos años después, al ir a formalizar la matrícula al colegio de las Hermanas Carmelitas para iniciar Primaria al curso siguiente se repetía el requisito porque nadie podía entrar en un colegio de ideario religioso y costumbre católica sin estar bautizado, lógicamente. Y supongo que entonces nadie que no bautizara a sus hijos se planteara llevarlos a un colegio donde se rezaba a diario, la decoración de las aulas era religiosa, se iba a misa varias veces durante el curso y las hermanas tenían mucho que decir en la dirección y gestión del centro.

Unos cuantos años después, ya con casi los dieciocho, llegué a la Universidad Pontificia de Salamanca, Universidad de la Conferencia Episcopal Española, para matricularme en Periodismo, y una de las cosas que me llamó la atención en la documentación informativa que te daban en ese momento –supongo que ahora será parecido– es que no hacía falta estar bautizado para estudiar en la UPSA, ni ser creyente ni mucho menos practicante. Eso sí, redactado con unas palabras muy bonitas se exigía respeto al ideario de la casa y se animaba a los estudiantes a integrar armónicamente la fe con el aprendizaje y la vida con los valores cristianos. Nada malo.

Hablando esta semana con un cliente de otras cosas que no tienen que ver en absoluto con esto de los colegios de confesión católica que antes exigían que sus alumnos fueran de pura raza pero ahora miran para otro lado cuando las familias hacen las matrículas, me contó que su padre siempre decía que «el dinero no cree en Dios». Y la frase del señor de Palencia da en el clavo.

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