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Derecho a la desconexión

15/07/2021
 Actualizado a 15/07/2021
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En un lugar de León, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha llegado hace unos días un iluminado quejándose de las recientes mejoras en la conexión. Que si la nueva antena ha quitado al pueblo todo su encanto, que si a ver cómo desconecta en sus vacaciones con tres rayitas de cobertura... Aunque los lamentos tecnológicos del ‘Turistax ruralis’ o veraneante común suelen ir más encaminados a la lentitud del router, a que nadie le presta la clave del wifi o a que la localidad sigue sin gimnasio Pokémon, los comentarios de este nuevo tipo de especie invasora en el medio rural evidencian hasta qué punto es necesario regular de forma adecuada el acceso a internet.

Actualmente, la Ley General de Telecomunicaciones fija el derecho a un servicio universal en base a una serie de vaguedades sobre mínimos de velocidad y precios asequibles que, fuera del papel, solo pueden servir como monólogo en las inminentes semanas culturales de Boca de Huérgano, de Oencia o de un larguísimo etcétera de pueblos desconectados que necesitan estas infraestructuras para antes de ayer. La velocidad de descarga de la despoblación rural choca con el desesperante ancho de banda de unas soluciones marcadas por la burocracia excesiva y la procrastinación política.

Y es que tanto la Junta como la Diputación anuncian periódicamente un porrón de millones para conectividad que parece que nunca se traducen en mejoras reales. Sin embargo, como en el pueblo en el que veranea nuestro iluminado sin luces, en alguna ocasión se alinean los astros y las torretas de ADSL para ofrecer una conexión digna a vecinos y visitantes. Es entonces cuando la obligación de prestar el derecho hace posible que esa desconexión obligada se convierta, a su vez, en un segundo derecho y que tanto iluminados autóctonos como foráneos puedan elegir permanecer al margen de la tecnología. Yo mismo lo he puesto en práctica en mi primera semana de vacaciones, restringiendo redes sociales y limitando las llamadas diarias a un par de ellas, y les puedo garantizar que desconectar tiene muchas más ventajas que inconvenientes. Eso sí, siempre y cuando esa desconexión no venga impuesta. Siempre y cuando sea algo tan sencillo como dar a un botón rojo para apagar el móvil y encender el descanso.
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