11/10/2023
 Actualizado a 11/10/2023
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Hoy, bien podría titular este texto cual hice hace siete años, aunque por otras razones, ‘Escribo abatido y desgarrado’, pues otra nueva y cruentísima guerra se ceba principalmente contra pacíficas poblaciones civiles.

Me preocupa y me causa repugnancia y aversión escuchar y leer como una inmensa mayoría de los medios de comunicación, de los gobiernos y partidos políticos, antes se determinan por uno de los bandos en combate que en defender y propiciar la paz.

Así, hasta hoy, si bien no se ha sabido de ninguna propuesta de negociación de la paz o de un alto el fuego, sí hemos oído numerosos análisis sobre las posibles repercusiones económicas de los conflictos, sobre los grandes beneficios de la industria armamentística, así como de qué manera en algunos de ellos se están probando nuevas armas.

Ante esta situación y aun por lejos que se ubiquen estas tragedias humanas, quizá debiéramos ser los leoneses, de nacencia o residencia, que tanto alardeamos cuando no vanagloriamos de que sea la ciudad Cuna del Parlamentarismo, quienes antes y más hiciésemos oír nuestra voz –aun fuese en círculos reducidos– en pro de la paz, no sólo en los conflictos bélicos de que más noticias recibimos, sino en favor de la paz mundial. Y no solo entendida esta como «situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países» como fija la Academia en su primera acepción, sino sobremanera de la que esplende en la segunda: «relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos», sobre todo, si recordamos la enseñanza de Albert Einstein, quien tanto «abogó por el federalismo mundial, el internacionalismo y el pacifismo con una fuerte devoción por la libertad individual y la libertad de expresión» de que «la paz no puede mantenerse por la fuerza. Solamente puede alcanzarse por medio del entendimiento», es decir, del parlamentar que, como fija el siempre dichoso –«que incluye o trae consigo dicha»– diccionario, no es más, ¡ni menos!, que «entablar conversaciones con la parte contraria para intentar ajustar la paz, una rendición, un contrato o para zanjar cualquier diferencia».

Sé que puede parecer un acto inútil, pero renunciar al ideal de paz mundial, el creer poca o inexistente la fuerza de nuestra razón individual y colectiva, sólo aumentará la ira y sinrazón bélica y el propio malestar por la complicidad por omisión. No seamos silenciadores de los disparos a la blanca paloma de la paz. Contra la dialéctica bélica, la razón dialéctica de la paz.  

Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud!

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