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Cuando desperté, era Carnaval

16/02/2024
 Actualizado a 16/02/2024
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Cuando desperté seguía siendo Carnaval. Un cura con casulla bordada me coloca en la solapa una pegatina de don Arturo –el cura jubilado de la parroquia El Salvador– con la leyenda, ‘Toda una vida repartiendo hostias’. Después me da la bendición. 

El circo de Pedro Sánchez. Tachán, tachán. El túnel del Negrón, a un lado Asturias, al otro León, un chico guapo vestido de asturiana grita y bota: «¡Un cachopo no es un san Jacobo!». Pienso en Rodrigo Cuevas, estaría aquí en su salsa. Un grupo de pájaros con plumas y carteles: ‘Los loros parameses apoyan al campo a muerte’. 

Hay una brigada de Conversación de Carreteras del Gobierno del Reino de León con vehículo oficial y todo. También están los que se ponen a cavar buscando agua y de pronto sale un chorrón, y dicen «Agua pa Cataluña, el Tajo vale». Hay una chica en un set cubierto de sangre y cuchillos, lleva un casco futurista y horrendas heridas en las mejillas, es una escena de ‘Saw’. Hay un camión del orgullo gay, claro. Hay un Antonio Colinas con un balconcillo alrededor. Hay algunos que se cambian de traje hasta tres veces. Hay surrealismo. Hay realismo. Hay culos y tetas. Hay hombres vestidos de mujer. Y dice mi amiga MJ, pero por qué siempre se ponen con pechos enormes, se visten de prostitutas, no se visten de mí o de ti. Ah, misterios del fetichismo masculino. Un tipo con peluca rubia y traje rosa pasea una caseta portátil donde pone ‘Tu Barbie de Proximidad’. Cuando le hago una foto, dice, anda, la escritora. Yo con los rulos puestos, me río. 

Por supuesto, yo también voy disfrazada. Mis hermanos y yo nos ponemos lo que encontramos en el baúl de los recuerdos. El chambrín de piel vuelta de papá, una cadenaza dorada y un sombrero de visón: mafioso ruso. Faldas, refajos, mandiles, guantes y verduras: frutera del mercadillo. Mandiles, guantes, grandes pendientes y pescados: Olimpia, la pescadera carnavalera quien, con más de 90 años, y después de haberle vendido pescado a todo el pueblo, chicharros en escabeche, truchas, congrio, aún se disfraza cada año. Mira, que por ahí viene un tractor y un barco pirata y un tanque. ¿Un tanque? Un tanque tecno. Carnaval, carnaval, carnaval, te quiero.

Cuando desperté seguía siendo Carnaval. Aquí en La Bañeza el Carnaval es una cosa muy seria. Empieza una semana antes que en el resto del mundo y acaba una semana después –y aunque no sea así, lo parece–. Aquí salen niños y niñas, padres y madres, abuelos y abuelas, el alcalde, los concejales, la escritora y todos los pueblos de la comarca, el pregonero, la musa y Dios. Sí, a ver, ¿quién dice que a Dios no le gusta disfrazarse de humano de vez en cuando? 

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