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¿Cuándo acabará esto?

17/06/2021
 Actualizado a 17/06/2021
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De lo poco que se puede agradecer al último año y pico es el haber acabado con las conversaciones meteorológicas en el ascensor. La distancia de seguridad en un espacio tan reducido es insalvable y los turnos ‘burbuja’ han borrado la incomodidad propia de este impasse cotidiano. Algo que nunca consiguieron aquellos forzados «está el día que no sabe qué hacer» o «con este calor no hay quien pare» que rompían el silencio de un trayecto que, pese a durar lo que una cumbre bilateral Biden-Sánchez, se hacía más pesado que los del tren de La Robla.

Más allá de ascensores, las conversaciones de usar y tirar han sido prácticamente monotemáticas desde que irrumpiera la pandemia. No hay Eurocopa ni documental de Rociíto que valga cuando sigues sin saber dónde se te permite ir de vacaciones o hasta qué hora puedes tomar unas cañas por la noche. El Covid ha redefinido la capa más superficial de las interacciones sociales a base de preguntas: «¿Y esto no lo soltarían los chinos desde un laboratorio?», «¿En qué fase dices que estamos?», «¿A ti que te han puesto Pfizer o AstraZeneca?»... Entre ellas, la más repetida, la que todos hemos formulado en alguna ocasión en voz alta y muchas veces más para nuestros adentros es aquella de... «¿Cuándo acabará esto?».

La respuesta no parece ni sencilla ni inequívoca, aunque por primera vez todo indica que contestando con un «pronto» no vamos desencaminados. Conocimos al coronavirus dándonos de bruces contra él, pero la despedida no será igual de súbita. Ni en el día que acabó el estado de alarma, ni en el que nos quiten las mascarillas. La desescalada es tan libre como el miedo y, ya con una vacuna bajo el brazo, cada cuál irá «acabando con esto» a su ritmo, rescatando hábitos cotidianos como abrazar a un viejo amigo por la calle, tapear con los codos en la barra o charlar de fútbol y telebasura en vez de sobre incidencia acumulada. También, no podría ser de otra manera, asumiendo cómo el resto recupera ese costumbrismo. Y es que solo sabremos que la pandemia ha terminado en esa tarde en la que un vecino se suba al ascensor con nosotros y, ya a la altura del segundo o tal vez del tercero, rompa el silencio con su: «Oye, pues parece que refresca».
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