13/04/2023
 Actualizado a 13/04/2023
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Según las estadísticas, que ya sabemos que son las cosas más manipulables del ancho mundo, casi un sesenta por ciento de los españoles cobran menos de veinte mil pavos al año. Y de este tanto por ciento tan brutal, un cuarenta y uno por ciento ha decidido que comer es de fascistas y que lo mejor es saltarse una comida al día. No me extraña, al precio que está todo en el súper: desde el aceite (quieren que volvamos a cocinar con grasa animal), a la leche, al pescado, etc, etc.

Morirse de hambre es muy complicado; que se lo pregunten a los millones de judíos, gitanos, maricones, rusos o ucranianos a los que los nazis metieron en los famosos campos de exterminio, tipo Auschwitz o Treblinka, y luego gasearon y quemaron. Muy pocos murieron de hambre y eso que les daban un aguachirle y doscientos gramos de pan al día. A uno no le preocupa la estadística si afecta a los padres o a los abuelos, pero sí si la sufren los niños. Volviendo a los nazis y sus desmanes, la estatura media de la Francia ocupada bajó en aquellos años casi diez centímetros. Que los niños no puedan zamparse una de las tres comidas habituales, amén de la merienda, es una tragedia provocada por el sistema y de la que no tienen culpa; y tampoco los padres, a los que les ha caído una avalancha que no supieron adivinar.

Todos los gobiernos tratan de preocuparse por esa gente, incluso el actual, aunque lo logre a medias. Hasta Franco, que después de la guerra civil puso en marcha una campaña que rezaba: «Ningún español sin comida; ningún español sin lumbre». No lo consiguió, por supuesto, y si no que se lo pregunten a los abuelos supervivientes y que tenían la desgracia de vivir en Madrid o en Barcelona. En la Villa y Corte, justo después de la guerra, no quedó ni un gato vivo... Tampoco sirvió de mucho su campaña de instaurar un día en el que sólo se comía un plato en el almuerzo. Los ricos aprovechaban para hacer, ese día, cocido, con sus tres vuelos, y se ponían las botas; mientras, los pobres (a los que en teoría beneficiaba la campaña), seguían, ese día, pasando las mismas penurias que en el resto de la semana. Para más información, volver a ver ‘Cándido’, una de las mejores películas que se han rodado y donde se explica todo divinamente.

Pero también parece que al resto de los españoles, esos que cobran más de los veinte mil de ala, no se les pone nada por delante. No hay más que ver como han estado los bares, restaurantes y hoteles esta pasada Semana Santa. Según este periódico, León se ha visto invadido por más de trescientas mil personas, lo que es una barbaridad; y, esa gente, no tiene la necesidad de saltarse una comida al día: más bien hacen cuatro o cinco, porque las tapas (aunque sean una mierda), también cuentas como jala. El caso es que el ‘Cuerpo de Funcionarios del Estado’, que es el que más guita maneja en este país, ocupó las barras, las mesas y las terrazas de la ciudad de León y de todos los pueblos de la provincia como si no hubiera un mañana. Y hacen lo propio, porque el día menos pensado, desde Ucrania, se extenderá la guerra y nos veremos inmersos en un sin dios del que no podremos salir. Qué en León, «ciudad bravía, que entre antiguas y modernas junta más de cien tabernas y una sola librería», se llene todo el aforo hasta la bandera, con los precios que tienen las consumiciones, sólo puede deberse al último milagro de Genarín, que, desde la tumba, gana batallas, como el Cid Campeador. Cobrar un café a uno cincuenta, una Mahou de quinto a dos cincuenta o un vino de la traída a dos setenta, es, sin duda, un atraco a mano armada. Uno recuerda con cierta nostalgia los años en que se dedicó a este menester (mamar a la gente), y sólo puede llegar a la conclusión de que era un idiota, un panoli, un gilipollas en toda la extensión de las tres palabras. A pesar de tener alguno de los vinos más caros, luchaba como un vietnamita para que la gente no se gastase el dinero en ellos y consumiesen los más baratos, que solían estar cojonudos. Lo hacía, además de preocuparme por la salud dineraria de mis amigos, porque, que lo sepáis, se gana mucho más en los vinos del año que en los crianzas o en los reservas, y, además, al tercer vaso, ya os pueden poner uno cualquiera que no seréis capaces de distinguirlos.

Pero lo del café y la cerveza clama al cielo, como don Juan cuando se ponía esotérico... El café es el producto, junto con el agua, que más guita deja libre al tasquero. Y no me vengáis con el engaña-bobos de la tapa: quién quiera tapa, que la pague, como ocurre en los sitios civilizados. A comer, a casa, solían afirmar los buenos de Mijares y de Canuto, que en paz estén, verdaderos profesionales del asunto y no amateurs como es la mayoría. A un bar va uno a beber, y lo demás son cuentos de la vieja Celestina y del padre Susarón... Cuento, que no hay más que cuento en el mundo, en España, en la provincia de León y hasta en mi pueblo. Y muy poco profesional. Salud y anarquía.
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