15/03/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Manda huevos, como diría aquél, que un colchonero como el que suscribe sienta la necesidad de escribir unas líneas en defensa de un futbolista de Concha Espina. Pero el caso lo merece, que los escarnios públicos nunca me gustaron y menos cuando el agraviado protagonista siempre fue un tipo respetable (lo de respetado, lamentablemente, ya no).
Hablo de Iker Casillas, sí, el mismo que a sus 33 años puede presumir en su palmarés de unos números y logros de impresión: un Mundial y dos Eurocopas con la selección; tres ‘Champions’, cinco Ligas y dos Copas del Rey con el Real Madrid (Supercopas nacionales y europeas también unas cuantas, además del llamado ‘Mundialito’). ¿Se puede vivir del pasado? En absoluto, y justo es reconocer que el madrileño hace tiempo que dejó de parecerse a sí mismo. Como bien señaló el exdelantero inglés Gary Lineker en su cuenta de Twitter la noche de la casi debacle madridista frente al Schalke 04, «Casillas es una sombra del gran portero que fue». Estamos de acuerdo, pero eso no justifica, creo yo, la humillación a la que está siendo sometido el jugador.

Aquel dedo en el ojo de Mourinho a Vilanova en 2011... Una de las acciones más cobardes y rastreras que se hayan visto en un campo de fútbol en los últimos años, marcó el principio del fin para Casillas. Muchos no entendieron que después de aquello el capitán madridista hablara con los barcelonistas Xavi y Puyol para limar asperezas por el bien de la selección –lógico que ahora Del Bosque le defienda a capa y espada–. La sentencia del técnico portugués no tardó en llegar y desde entonces no son extraños los insultos a Iker en el Bernabéu. ‘El topo’, le llaman algunos desde la grada, azuzados por periodistas que se rasgan las vestiduras para pedir comisiones antiviolencia cuando son ellos a los que habría que multar de forma inmediata por su partidismo, su ponzoña y su pésimo ejercicio de la profesión (y si no, Pedrerol, desmiéntemelo).

El fútbol y sus bajas pasiones. Lo que ocurre en el césped se pierde entre rumores, filtraciones, portadas de ciencia ficción e intereses creados. Así está montado este circo en el que la memoria ya no existe. Vale, quizá Iker Casillas no es un santo ni dentro ni fuera del campo, por mucho que Manolo Lama le pusiera tal apodo cuando todavía realizaba brillantes paradas al estilo de su idolatrado Arconada. Pero desde luego a mí nunca me pareció ni prepotente, ni antideportivo, ni irrespetuoso con los rivales. A ver si va a ser ese el problema…
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