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Carta de Valladolid

31/07/2016
 Actualizado a 12/09/2019
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Mando una carta desde La Vecilla y milagrosamente llega a su destino. Digo milagrosamente por la soledad del buzón, que parece que nadie haya utilizado en años.

Pero lo más milagroso no es que la carta haya llegado a su destino. Lo milagroso de verdad es que lo hiciera con matasellos de Valladolid, que está a 150 kilómetros de La Vecilla. Me entero porque la destinataria me llama para confirmarme que ha recibido la carta y me pregunta qué tal por Valladolid.

Intrigado, le pregunto al cartero de la zona, que todavía hay, aunque no sé por cuánto tiempo (se rumorea que van a quitarlos, como el tren de vía estrecha; ya sólo falta que quiten también los pueblos), y me cuenta que, desde hace tiempo ya, el servicio de clasificación y reparto de todas las cartas y envíos de Castilla y León se ha centralizado en Valladolid, desde donde se reexpiden a sus destinos, ya sean de fuera o de dentro de la comunidad; de ahí lo del matasellos. Incluso aunque vuelvan a la provincia de la que partieron pasan por Valladolid.

Comento mi descubrimiento, que parece que no lo es para otras personas, con la familia y algunos amigos cercanos y me encuentro con la sorpresa de que al que no le da igual lo comprende y hasta lo justifica en función de una presunta mayor operatividad empresarial, en este caso de Correos. Ni siquiera el que llueva sobre mojado y que Valladolid sea la beneficiada una vez más les parece digno de consideración. Entre la resignación y el síndrome de Estocolomo, esa asimilación de la ideología del secuestrador por parte del secuestrado a la que dio nombre la millonaria Patricia Hearts, secuestrada en la ciudad báltica, quién más, quién menos veía normal que otro servicio público se centralice en la capital autonómica aún cuando sea a costa de empobrecer a la propia provincia. La culpa, me llegó a decir alguno, la tiene los políticos leoneses (y burgaleses, y segovianos, y salmantinos, supongo), que lo permiten. Como si los leoneses y burgaleses y segovianos y salmantinos, etc,, no tuvieran ninguna responsabilidad en ello, siquiera sea por elegirlos.

En 37 años de autonomía la concentración de poder en Valladolid es tal que el famoso centralismo madrileño palidece al lado del de la capital castellano-leonesa. Si las autonomías habían de servir para descentralizar servicios, organismos públicos y polos de desarrollo económico, lo que aquí se ha hecho es justo lo contrario: centralizar en Valladolid prácticamente todo lo que transfiere el Estado y lo que les quedaba de épocas anteriores a las ocho provincias restantes. El ejemplo de Correos es solo uno más de los muchos que los datos económicos y de población avalan. Así que uno entiende mal la resignación con la que la mayoría de los castellanos y leoneses aceptan la situación, lo que no tiene nada que ver con ningún ‘ismo’, salvo que sea el de centralismo. El que una carta echada al buzón en La Vecilla o en Ponferrada (o en Medina de Pomar, o en Béjar) sea sellada en Valladolid no me parece ninguna anécdota.
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