26/06/2023
 Actualizado a 26/06/2023
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Esta semana, me he visto con la obligación de redactar con estas palabras un artículo que tristemente nace de una realidad que azota no solo a nuestra amada ciudad (León), sino que además, a todo el país e incluso, al mundo entero.

Se trata de los ‘call center’. Para quien no sepa qué son, son los llamados centros para teleoperadores. Las empresas que se encargan de contratar a trabajadores para que llamen y reciban llamadas de personas interesadas, también llamados, posibles clientes para esa empresa.

A simple vista, parecería que este no es más que otro trabajo más, con sus cosas buenas y malas, pero un trabajo como otro cualquiera. Sin embargo, la realidad es que se asemeja demasiado a una sociedad demasiado capitalizada.

El pasado martes, leí una noticia sobre que en una empresa de ‘call center’, en medio de su trabajo, una empleada se desplomó y falleció por un terrible infarto. Y aunque, la gran mayoría pensará que el resto de compañeros de esta trabajadora, dejarían de trabajar ante semejante acontecimiento, no fue así. Fueron obligados por su coordinador a seguir llamando y recibiendo llamadas, haciendo como si nada, mientras yacía el cuerpo fallecido de su compañera.

Este suceso, querido lector, no es más que el reflejo de cómo el dinero y este estatus social, nos cambia como seres humanos. Convirtiendo a una persona en una fuente de ingresos y dinero.

Desde mi opinión, esta noticia no será la última que se escuche, y menos, en el sector de las telecomunicaciones, ya que en cientos de sectores ocurren este tipo de circunstancias.

Me produce mucha nostalgia la sociedad en la cual de está forjando el mundo. Parece mentira que tengamos una base jurídica y unos derechos como trabajadores y lo más importante, como seres humanos.

Parece una historia de ciencia ficción, pero por desgracia, el dolor y la falta de empatía, predican en un mundo controlado por el dinero que gestionan personas con poder.

El poder es algo que no muchos disponemos, pero sí tenemos la determinación de abrir los ojos y reivindicar que no somos números ni capital. Somos seres humanos. Seres con consciencia y sentimientos. Seres con derecho a escoger sin miedo a perder un empleo o no tener para poder alimentarnos.

Con este tipo de noticias y situaciones, solo alimentamos más al monstruo que subyace en nuestros corazones. Me autoconvenzco de que somos más que avaricia y engaños.

Como se suele decir, nunca se pierde la esperanza y, creo que seguiré confiando en nuestro potencial de hacer algo bueno por y para todos.

Mientras tanto, desde aquí, pido un poco de compasión a quienes alguna vez olvidaron que no somos capital humano.
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