Dejad de manosear la hora:
para eso están Cronos,
las tejedoras,
los relojeros de mirar
lento y minucioso.
Dejad las manecillas en paz,
las esferas doradas y muertas.
Y si nos lleváis al pasado
que sea,
al menos,
para regresar
a los días de juventud;
al limbo de la niñez;
a las noches donde la luna,
cincel errante,
esculpía la tierra
que amabas.