Alfredo Fuertes 3

Cajero automático

16/10/2023
 Actualizado a 16/10/2023
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Corría el año 1965 cuando el escocés John Shepherd-Barron viajaba de su ciudad a Londres para cobrar un cheque en el banco, pero al llegar observó que ya habían cerrado. Por lo que, de regreso a casa y con los bolsillos vacíos, pensó que tenía que hacer algo y se puso a investigar. En los años treinta, un armenio que vivía en Estados Unidos, Luther George Simjian, ya había inventado un dispensador automático de billetes, pero la gente no debió confiar mucho en aquel artilugio y la idea fracasó.

Situada la percepción histórica, años más tarde, los grandes capos bancarios decidieron por su cuenta, pero, eso sí, con nuestro dinero, que a partir de un día cualquiera tendríamos que pasar todos por el cajero y sin que nadie nos atendiera. ¿Resultado? Preocupación máxima para muchos de nuestros mayores, que de pronto vieron que no podrían disfrutar de su pensión si no era utilizando la tarjetita de plástico para tener efectivo.

Tarjetita que, primero, les ofrecieron gratis, pero pasado poco tiempo se la cobraban tan solo por tenerla si no cumplía algunas absurdas condiciones: había que utilizarla no sé cuántas veces al mes y, exagerando muy mucho, calzar un cuarenta y tres y medio de pie para no pagar comisiones.

Pues bien, llegados a este punto, quisiera pedirles a los jóvenes de nuestro tiempo, usuarios habituales de nuevas tecnologías, paciencia y sobre todo mucho respeto para con nuestros mayores puesto que ellos arrastran la carencia y brecha tecnológica que los separa de la llamada era digital.

Convendría recordarles que esas personas no son idiotas, ¡claro que no!, ya que fueron ellos quienes te enseñaron a ti, ¡sí, a ti!, a usar un instrumento tan básico, elemental y primario como es una cuchara. ¿De acuerdo? Paciencia, y dejemos a un lado los tics neandertales y las consecuencias que afectan de lleno a la sociedad postmoderna. Salud.

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