09/01/2024
 Actualizado a 09/01/2024
Guardar

El matrimonio es una realidad tan antigua como el ser humano y siempre se ha considerado como la unión del hombre y la mujer, diferentes y complementarios. La Iglesia lo ha elevado a la categoría de sacramento. En sentido análogo, que no unívoco, se puede llamar matrimonio a otro tipo de uniones. Recientemente algunas legislaciones hablan también de matrimonio entre personas del mismo sexo. En este caso el concepto de matrimonio tendría también la condición de análogo, pero no unívoco. La Iglesia, aunque lo respete, nunca podría concederle la categoría de sacramento.

Aunque pueda resultar extraño, para que haya sacramento del matrimonio no es necesaria ninguna bendición. Bastaría con el consentimiento entre los contrayentes ante los testigos que establece la normativa eclesiástica. El hecho de que un sacerdote bendiga a una pareja de novios, hombre y mujer, no significa que queden casados. No obstante, el llamado Sínodo alemán pide que se puedan bendecir las uniones homosexuales, tratando de homologar de alguna manera estas uniones como el sacramento del matrimonio. La respuesta de la Iglesia es clara en un documento reciente (‘Fiducia Supplicans’) que pocos se han molestado en leer: NO. Entresacamos algunas líneas: «Son inadmisibles ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del matrimonio, como unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos, y lo que lo contradice… La Iglesia tiene el derecho y el deber de evitar cualquier tipo de rito que pueda contradecir esta convicción o llevar a cualquier confusión... La Iglesia no tiene el poder de impartir la bendición a uniones entre personas del mismo sexo» (nº 4 y 5).

Pero al mismo tiempo reconoce que a nadie se le puede negar la bendición, en el sentido de desearle el bien: «Cuando las personas invocan una bendición no se debería someter a un análisis moral exhaustivo como condición previa para poderla conferir. No se les debe pedir una perfección moral previa… La misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de ‘pecadores’ a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva» (nº 26). 

Pues bien, a algunos les parecerá que el documento se ha quedado corto por no bendecir uniones homosexuales. Y a otros que el Papa se ha excedido y cometido una torpeza por bendecir a todas las personas, sin condiciones. Nunca llueve a gusto de todos.

Lo más leído