06/04/2023
 Actualizado a 06/04/2023
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Creo que León es la provincia con mayor número de espacios naturales protegidos de España; desde luego sí lo es de Castilla y León, pero pareciera que nadie lo sabe, bien porque es una información más secreta que la ubicación de los silos nucleares americanos, o bien porque no sabemos hacerla llegar al resto de los españoles. Digo no sabemos y digo mal, porque quién tendría que hacerlo es la Diputación Provincial y no lo hace. Y si por una casualidad lo intentase (cosa que dudo), la cagaría, sin duda.

La información es poder. Lo comprendieron a la primera los nazis y los comunistas de la extinta URSS, creando, en el primer caso, un ministerio para comer la cabeza a los alemanes y al resto del mundo y hacerlos comulgar con ruedas de molino. Los comunistas también pariendo el Agipro (Agitación y propaganda), que buscaba los mismos fines que los nazis. Se trataba de decir una trola cien mil veces para que el populacho, al final, pensara que era cierta. A día de hoy, todos los gobiernos los imitan, sean democracias, dictaduras o medio pensionistas: da lo mismo. Aquí, sin ir más lejos, el Gobierno nos bombardea con decenas de anuncios en la televisiones en los que nos cuenta lo buenos que son y lo mala que es la oposición. Nunca fue más verdad aquello de «¡como está dejando el país la oposición!»

De lo que se trata en este artículo es de dejar claro lo pobres que somos vendiendo lo nuestro. Ya os conté, en estas mismas páginas, la aventura que sufrí en Burgos buscando el desfiladero (o las hoces), de la ‘Yecla’. Después de pasarme cincuenta kilómetros, tuve que dar la vuelta y las descubrí de casualidad, porque había un coche aparcado. En realidad, es una mariconada, algo imposible de comparar con la ‘ruta del Cares’ o las hoces de Vegacervera o las de Valdeteja. Pero mientras que ellos la venden como la octava maravilla, aquí ni nos molestamos, pensando que «bueno, quién quiera venir, que venga». Y nos quedamos tan anchos... Aquí parece que nos la sudan los puestos de trabajo, aunque sólo sea en la hostelería que se crearían en los pueblos vaciados que están al lado. Lo de la ‘Yecla’ no es lo único que soporté por esos mundos. Otra vez me dijeron que no dejase de mirar el hayedo que se encuentra cinco kilómetros antes del pueblo de Riaza, en Segovia. Me ocurrió lo mismo: no lo distinguí a la primera. Otra mariconada... Compararlo con los hayedos del valle de Riosol, o de Sajambre o de Valdeón es, como mínimo, osado; y, como mucho, desahogado. Es imposible vendernos peor. Parece que desde Carrasco para acá, los diputados de la institución provincial tienen galbana hasta cuando se levantan y les dura todo el día. Llevan años, muchos años, centrándose solamente en la promoción de los productos alimentarios de León, cosa que no está mal, pero que se hace de la misma manera desde que se inventó. No estaría mal que alguna vez nos enterásemos de la forma en que una empresa lleva más de veinte años organizando estos eventos sin oposición de cualquier otra interesada. Además, es una estupidez, bajo mi punto de vista, porque los productos son tan buenos que se deberían vender solos.

Mis amigos bercianos me han oído decir, desde hace mucho tiempo, que todos los pueblos de la comarca deberían tener una estatua de Prada, el de ‘a Tope’, porque me parece que ha hecho más por el Bierzo que todos los políticos de antes, de ahora y de después. Lo mismo ocurre con el presidente de la Ponferradina, un enamorado de su tierra y un fenómeno irrepetible por lo que les ha dado. Más cerca de la capital, tenemos a otro tipo extraño, amén de listo como un demonio: Tavito, el de Vegacervera, capaz de poner en el mapa un producto espectacular, único, especial y riquísimo: la cecina de chivo. Estos personajes hacen más por el bien de su tierra que todas las instituciones.

Es lamentable, por ejemplo, que una comarca como la Maragatería, cuando está a punto de unirse al Bierzo por Foncebadón, sea absolutamente desconocida y olvidada por todos. Los Montes de León, que son su espina dorsal, ofrecen al visitante un paisaje único, distinto a todos los demás sistemas montañosos de la provincia: sus cimas no tienen pico, porque están horadadas por la lluvia, la nieve y los vientos y tienen la misma pinta que las tetas de una dama oronda y opulenta pero muy venida a menos, porque el pezón desapareció de tanto ser chupado y mordido. Ese paisaje, en un amanecer estival o un atardecer otoñal, con el sol poniéndose a sus espaldas, justo antes de que salen de su cobijo los murciélagos («abre noite para los bercianos de Médulas»), se convierte en algo que no olvidarás en los días que te que queden de vida. Sin embargo, sólo lo pueden observar la poca gente que vive en sus pueblos y los peregrinos que pasan por la comarca. Los demás, incluidos nuestros políticos, ni sabemos que existe. Salud y anarquía.
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