14/01/2024
 Actualizado a 14/01/2024
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Los jijas siempre nos hemos tenido que cuidar mucho de los abusones. Cuestión de supervivencia era para mí identificarlos rápido y adoptar una posición relativa un poco distante, que no otorgase demasiada confianza y rezando por que despertase cierta intriga sobre mis capacidades con el fin de que las tuviesen por superiores a las suyas en algunos aspectos más elevados en que podrían machacar sus debilidades. Todo eso regado con unas gotas de cinismo de ese que simulaba sintonía y respeto cuando lo cierto era que me encontraba en sus antípodas mentales. Otros preferían ser los secuaces segundones, otros servirles de bufones y otros de puching balls. Ninguna actitud es demasiado criticable cuando se trata de sobrevivir entre iguales. Lo contaron ya Musil o Vargas Llosa muy bien contado. 

Por supuesto, tuve que sufrir a algunos abusones. Gracias a dios o al demonio nunca fue en mi entorno más cercano (mi casa, mi clase, mi calle), siempre protector conmigo. De muy pequeño me funcionó también la estrategia del primo de Zumosol (campaña publicitaria definitivamente inspirada en mi primo de Avilés) que «los ponía en órbita» si querían hacernos algo a los pequeñajos. Más tarde, en el barrio, no como presencias permanentes, pero sí haciéndose notar en ocasiones, aparecían los abusones ya en forma de malotes. Y entonces, puñetazos y carreras una vez al año sí que caían. Llámenlo endurecimiento, pero yo me sigo haciendo heridas a poco que me roce un canto afilado. 

Lo que me resulta más difícil de aceptar e imposible de conciliar con aquella enseñanza de poner la otra mejilla porque la justicia se impondría, es cómo en algunos entornos adultos los abusones siguen campando, siendo muy difícil neutralizar su furia tóxica. Es llamativo lo poco que se actúa contra esa actitud en el mundo serio. Sucede que esa gente muchas veces tiene atributos positivos apreciados por la comunidad, lo que hace que incluso exista reticencia a ponerle nombre a su actitud y condición de abusones. Y sin una primera identificación poco se puede hacer contundente. Esa es la oscura realidad y así hay que transmitírsela a los pequeños para que puedan desarrollar tácticas con las que atenuar los arreones de los abusones cercanos. Miserias de la especie humana. 

 

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