14/04/2023
 Actualizado a 14/04/2023
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El otro día estuve en dos presentaciones de libros en Madrid. De dos autores muy diferentes de dos entornos muy distintos en dos lugares que no podían estar más alejados: el Café Comercial y la Librería Alberti. Un café con solera en el centro y una librería magnífica con, también, mucha solera. En una presentación se habló de San Juan de la Cruz y del silencio en la poesía. En la otra de las redes sociales y del amor lésbico y de sentirse fuera de sitio. En una presentación había hombres de pelo cano y chaqueta desmañada; en la otra, mujeres de pelo desmañado y sudaderas XL. En una el autor ironizaba sobre la vida, la poesía y los retos y restos de la pandemia; en la otra sobre la pareja, la familia y los retos y restos del amor. Disfruté de ambas, me aburrí en ambas. Un aburrimiento sano, delicioso. Me encanta aburrirme –ligeramente– en una presentación de libros.

Me encanta decir que me encanta aburrirme –ligeramente– en una presentación de libros. En esta sociedad histérica que habitamos aburrirse es de mal gusto. Nadie se puede aburrir ni medio minuto. ¿Cómo vas a dejar vagar la mente libremente? No, hay que estar siempre haciendo algo, aunque ese algo sea mirar la pantalla de un móvil y pasar vídeos tontos en una red social. Yo, en cuanto llego a una presentación, guardo el móvil en lo más profundo de un bolsillo. No se mira el móvil en una presentación ni en una exposición ni en una película ni en un concierto ni en un teatro. Eso sí que es de mal gusto.

Recuerdo, cuando era niña, que me aburría profundamente en los sermones de las misas de los domingos. Un día se lo confesé a mi padre y me dijo: yo aprovecho para ponerme a pensar en mis cosas y llego a grandes conclusiones. No sé si me lo dijo en serio o se reía de mí. Pero es un buen recurso. Lo aplico cuando voy a correr o a nadar. Jamás me pongo los cascos para escuchar música o cualquier otra cosa que me entretenga, dejo al cerebro vagabundear solo. Y siempre se me ocurren las mejores ideas para mis libros.

¿Que no puedes estar atenta una hora entera? Pues haz eso: deja vagar la mente con placer por unos instantes y luego te reenganchas a la realidad. En esos segundos, seguro que tu mente ha trabajado a dos velocidades, la de la escucha de fondo y la de la imaginación. Y seguro que hay algo ahí, algo interesante, algo loco, algo nuevo, que pugna por salir.
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