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12 de los corrientes

20/10/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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¡Seguimos embelesados con el ombligo!, con el nuestro, que ya no nos fijamos en la preciosidad de ombligos que hay en el mundo. Seguimos todo preocupados por los rollos macabeos de la falta de gobierno (¡Alá nunca será tan grande en España como ahora!), de la corrupción rampante que inunda a todos y a todas las fuerzas políticas, por la falta de menstruación de Jorge Javier o de la boda incólume del hijo de Isabel Pantoja, a quien Dios proteja...

Nos perdemos en estúpidas diatribas sobre si, quinientos años después, Colón y su tropa masacraron a los pobres indios americanos, sobre si el Gran Capitán, Don Gonzalo Fernández de Córdoba, actuó como un hijo de puta represor de los calvinistas flamencos o si Franco entraba en éxtasis al contemplar la reliquia de Santa Teresa que tenía en la mesita de noche... Nos flagelamos con cosas que sucedieron en tiempos de maricastaña y que, a estas alturas, tienen ninguna importancia. Por qué que los indios muriesen como moscas gracias a nuestro exacerbado furor uterino, a nuestras bacterias contra las que no tenían defensa o a la estupidez de imponerles la cruz de Cristo, a estas alturas, como digo, tiene la importancia que tiene: ninguna. Lo que más me llama la atención es que los que más protestan sobre esto, allende los mares, son hijos de inmigrantes que buscaban un lugar bajo el sol para vivir mejor. Porque Argentina, Venezuela, Uruguay o Chile están llenos de descendientes de alemanes, italianos, españoles, sirios o uzbecos. Mi tatarabuelo no emigró a estos países. El suyo si, por lo que agradecería que me dejasen de llamar asesino, cuando, a lo peor, deberían ellos mirar en su armario de los recuerdos. Los que dan guerra aquí, en España, mayormente lo hacen por joder, por confundir el culo con las témporas y por echar más leña al fuego del aquelarre separatista. Vuelvo a repetir, en estas mismas líneas por enésima vez, que a mi me importa un huevo que España se desmembre en cinco, seis o diez reinos de taifas. A mi me importa lo de ‘emirato de Vegas, califato de León’, por lo que suceda en Cataluña, Euskadi, Galicia o Andalucía, me la trae floja. Pero, ¡hombre!, ya está bien de dar la murga con este manido tema cada vez que llega el 12 de octubre. Quien quiera celebrar la fiesta patria, que lo haga y el que no lo desee hacer, que se quede en casa. Tratar de convencer a alguien de algo, a estas alturas, es difícil. Lo que importa, me parece, es usar el sectarismo como arma política. Y lo hacen, ¡vaya que lo hacen! El otro día escuche una entrevista con el secretario general de Podemos en Castilla La Mancha. Me pareció un tipo muy listo, la verdad...; hasta que, respondiendo a una pregunta, dijo que «él se sentía español a ratos, dependiendo de las circunstancias y de los resultados de ser español». ¡Joder!, no tenía yo ni idea de que se podía escoger. O sea, que cuando gana España al fútbol, uno es español, pero cuando se ve, de una manera increíblemente palpable, que este es un país de chorizos, uno se hace guineano, pongo por caso... ¡No hijo, no! Se es lo que se es a las cinco y a las doce, a las duras y a las maduras. Se puede sentir uno orgulloso de que Iniesta sea de Albacete, lo mismo que se siente uno jodido de que nos haya gobernado Aznar, Zapatero o Rajoy, pero, chico, va en el lote. Al final, y ya me jode reconocerlo, cada uno tiene lo que se merece, en todos los casos, en todos los ordenes de la vida, desde la política a la convivencia social o a la pareja. Pero que no os entre el agobio... Pasa lo mismo en Estados Unidos o en Rusia o en Nigeria o en las Islas Fiyi... Son los peajes por haber nacido, por tener inteligencia, no como los monos, por disfrutar del derecho a elegir...

Y mientras nos ocupamos de estas memeces, de estas estupideces, los sirios siguen muriendo en una guerra que, a día de hoy, no es la suya, sino que es el ensayo general de la que se nos avecina, una más gorda, con armas de ‘destrucción masiva’ y eso. Y mientras tanto, los haitianos, a los que parece que miró un tuerto, no levantan cabeza a fuerza de desastres naturales, en muchos casos provocados por los mismos que hacen de su capa un sayo en Siria. Y mientras nuestros periódicos llenan páginas y páginas con tonterías, el reloj de la muerte avanza otro minuto en Ucrania, en Somalia, en Afganistán o en Cachemira.... Que Dios nos coja confesados o que, por lo menos, nos ayude a discernir lo que es importante y lo que no, que implica, como dije al principio, que debemos de dejar de mirarnos el ombligo. Es lo que tiene la globalización. Hablando de esto; hace unos pocos años, en la barra de un bar de León, tomaban dos vinos el que era alcalde, Paco ‘Raquetas’ y un tipo que actuaba como su consejero aúlico en asuntos de cultura. Yo les servía los vinos y, entre carrera y carrera de un lado a otro de la barra, escuché al diletante poeta-consejero una frase que se me ha quedado marcada como ejemplo estúpido de lo somos en este pueblo: «Paco, hay que estar con los tiempos: globalización sí, pero con matices». Además de mirarnos el ombligo como nadie, por lo visto somos los mejores del mundo mundial a la hora de poner puertas al campo.

Salud y Anarquía.
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