Ocultismo

Bruno Marcos aporta una mirada irónica sobre el I Encuentro Internacional de Ocultura que se celebrará del 11 al 14 de octubre en el Auditorio Ciudad de León

Bruno Marcos
04/10/2017
 Actualizado a 19/02/2019
Los hipócritas en el Infierno de la Divina Comedia de Dante ilustrada por Gustavo Doré.
Los hipócritas en el Infierno de la Divina Comedia de Dante ilustrada por Gustavo Doré.
Tenía que llegar. Después de tanto tiempo mirando al pasado, embrujados por un reino anchuroso que era lo que era casi toda la España vieja, caminando sobre losas bien gastadas por los siglos, yendo de la basílica a la catedral y de la catedral a la basílica, sabiéndonos minados de un campamento legionario y rodeados de palacios raros y castillos abandonados, entreverados de almenas desmochadas, cisternas clásicas, galerías, alcantarillas y hasta letrinas y cloacas imperiales, era sólo cuestión de tiempo que de tanto hurgar en la edad pasada, evadiéndonos de la presente, acudieran los fantasmas a rodearnos, a seguir a nuestras sombras, a pasear a nuestro lado, para, luego, aparecer enigmáticamente en nuestras fotografías domésticas en forma amorfa neblinosa, o como un destello inexplicable, y más tarde cobrar nitidez sin saber si se trataba de simples desconocidos con un peculiar aire a la familia o evanescencias azarosamente figurativas de la luz, aberraciones de una cámara no del todo buena.

Y no se trataba de nada de eso, no eran efectos de la sugestión ni espejismos varios sino los fantasmas de verdad, los fantasmas en persona, o alma, no los que vivieron en pretérito sino la mezcla de ellos con lo que nosotros imaginamos de ellos o inventamos de ellos, una mezcla del pasado verídico y de los monstruos que produce el sueño de la razón.

Ya están aquí, como un viento gélido que se cuela entre los templados del otoño, son una buena porción de seres no del todo materiales ni del todo espirituales que han venido para exigirnos una presencia real aunque ellos no sean reales, a reclamar su espacio tangible aunque ellos no sean tangibles. Están hartos de hacerse visibles de una forma enigmática y secreta, quieren salir de la clandestinidad en la que el fanatismo racionalista los ha marginado desencantando el mundo y dejándolo desnudo y pobre de misterio y magia.

Está bien y es justo que en esta urbe llena de ellos, retrepados en los barullos de bellezas pétreas, tiesos en los desagües de las gárgolas, húmedos en las bodegas de la judería, polvorientos en las tumbas de los reyes, terrosos en los camposantos subterráneos o quebradizos en los osarios olvidados, salgan a la superficie y se hagan de todo derecho vecinos nuestros, almas en pena, espectros, espíritus, poltergeists, ectoplasmas, doppelgängers y todo tipo de seres mediotransparentes.

A tal efecto ese congreso de lo oculto está muy bien pensado para la ciudad nuestra en estos días y ha de reunirlos a todos, como pléyade en putrefacción eterna, en torno a disertaciones de sus temas preferidos, todo lo postergado que, efectivamente, ha movido el mundo. Óigase lo que dijeron astrólogos, adivinos, nigromantes, espiritistas, augures, cartomantes, médiums, toda esa falange de valientes que injustamente colocase Dante Alighieri en el cuarto foso del octavo círculo de su difamante infierno con la cabeza vuelta atrás, condenados a andar de espaldas tan sólo por adivinar el porvenir. Óigase a toda esa legión, digo, de expertos de lo oculto aclarando exactamente qué albergan tantos misterios milenarios y el incierto futuro. Qué mejor destino para el dinero público que el de quitar el velo a lo velado y que con ello, de una vez por todas, descubramos lo que nos estaba vedado y que la cultura se olvide en aras de la ‘ocultura’ y nos declaremos directamente partidarios de lo embrujado y nos embarquemos en el viaje nuevo a lo viejo, por supuesto, a la Edad Media y más atrás.
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