Mirando a la vida a la cara

23/12/2021
 Actualizado a 23/12/2021
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El Rubio y Clara le miran a la vida a la cara. Se cuidan, porque no son malos tiempos para ellos ahora que se han ganado la paz de los días descansados y el calor de los robles que arden en el hogar y antes cortan en las suertes de leña a que todo vecino tiene derecho por estas tierras altas, que anuncian inviernos tan largos y fríos como esas noches de cada día, en las que el sol pronto se esconde detrás del Susarón.

El Rubio, que se llama David, y Clara le miran a la vida a la cara porque se han ganado ese derecho cada día. Y cada noche, que alguna la pasaron en el monte. Recuerda Clara cuando ser iban a segar para el lejano valle de Illarga y para no perder tiempo en el largo camino El Rubio se quedaba a dormir unas horas entre la hierba mientras ella regresaba para lavar la ropa, preparar la comida de los hijos y para la jornada... y entre una cosa y otra se iba la noche sin acostarse. «Dormía un poco en el carro al subir para el valle, que ya podía dar botes que a mi no me despertaba ni la mayor truena del mundo».

El Rubio muestra orgulloso la pared de piedra del viejo torreón que es símbolo del pueblo y en el que él fue cantero.

No les falta el humor. Dice Clara: «Ahora le hacen un homenaje por lo de la matanza y éste no mata ni una mosca». Y David le da un beso.

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