12/04/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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La misma jugada se repite noche tras noche. Llega uno cansado a casa y el relax lo encuentra en la ingesta de cualquier cosa que haya en la nevera y un intrascendente rato de televisión, que la caja tonta, justo es reconocerlo, no viene mal para momentos de soledad y descompresión de la jornada laboral.

Y ahí estoy yo, zapeando entre las distintas opciones que ofrece el menú de canales de la TDT. Una carta variada y para todos los gustos, al menos esa es la teoría, que luego en la práctica no resulta extraño que uno busque y rebusque sin encontrar nada potable que echarse a la cara. Y cuando eso ocurre, existe el serio riesgo de acabar en ambientes tóxicos, ya sean de corte político con cascabel o deportivo y ‘jugón’. Qué pereza.

El caso es que recientemente tuve una experiencia catódica que en principio debió haber sido pavorosa y que terminó por resultar casi irrisoria. ‘La matanza de Texas: el origen’, es la película con la que me topé. Estaba en su primer minuto y me dije: “¿Por qué no?”. No es que yo sea un apasionado del género de terror, pero teniendo en cuenta la desazón (cercana al miedo) que me provocó la original cuando todavía era un chaval imberbe, digamos que me picó la curiosidad.

Nada de lo que vi me sorprendió. Mucho ruido y pocas nueces, tal y como suele ocurrir en la mayor parte de las modernas secuelas y precuelas que un Hollywood falto de imaginación realiza de los clásicos. Más presupuesto y tecnológicos efectos especiales no suelen ser sinónimo de mejor película. Más bien al contrario. El volumen de casquería de ‘La matanza de Texas: el origen’, film de 2006, supera con creces a la cantidad de sangre y vísceras que aparecían en la primera y genuina cinta de 1974. Aún así, ésta resulta infinitamente más terrorífica que sus revisiones posteriores (sí, ha habido unas cuantas).

¿Puede ser la opulencia un problema? Desde luego. La escasez de dinero y de medios agudiza el ingenio. ‘La matanza de Texas’, la original, tuvo un presupuesto de 140.000 dólares. A su director, Tobe Hooper (el mismo de ‘Poltergeist’), no le quedó más remedio que provocar el miedo jugando con la sugerencia y la angustia de un espectador que en ocasiones tan sólo podía imaginar lo que se avecinaba. Y eso sí que asusta. La película recaudó 30 millones de dólares en los cines. Con el erotismo pasa tres cuartos de lo mismo. Un cruce de piernas o un botón de la blusa desabrochado pueden provocar ardores más intensos que la pálida desnudez. Pues eso. Menos es más.
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