Un hipster peligroso

Un hipster/hipster, aunque con licencias. La bicicleta, indispensable. El móvil, Iphone. El portátil, blanco y de Mac. Lo alternativo, sí, como única meta y la lectura como vicio, como misión

Diego Medrano
31/08/2016
 Actualizado a 19/09/2019
Un hipster peligroso.| L.N.C.
Un hipster peligroso.| L.N.C.
Chito viene de ‘Bizcochito’. Llamaban la atención sus tirantes-cool de colores, pantalones de cuadros tipo golf, camisetas negras ajustadas y sin logotipo, sombreros, gafas durísimas de pasta y chaquetitas de punto, siempre desabotonadas. Los festivos: el pelazo generalmente desordenado, engominado, y la barbota limpia, como si fuera una mofeta recién salida del túnel de lavado del coche, tan coqueta. Chito, claro, siempre pedía en los bares de tarde de Malasaña, té de frutas del bosque y el bizcochito. Si no había bizcochito, ¡a tomar por el culo!

Se veía hipster/hipster, aunque con licencias. La bicicleta, indispensable. El móvil, Iphone. El portátil, blanco y de Mac. Lo alternativo, sí, como única meta. La lectura como vicio, como misión: tardes enteras en supermercados de libros hojeando textos, pasando páginas, dejando mocos en portadas, quitándose cosas de los dientes y adornando pilas y pilas de Ken Follet, pero sin gastar un euro. Si el poema era guapo, le sacaba una foto con el móvil y se la mandaba a compis, coleguis, familiares y la mujer que en ese momento está comprando un pollo asado en la rosticería china de turno donde le sacan al bicho ahora mismo el limoncito tostadito del culo…

Mailer, Kerouac, Allen Ginsberg… Revistas como Vice, Another Magazine y World Paper… Películas de cine independiente; teatro selecto y raro, tipo Ann Liv Young, Wes Anderson, Hal Hartley, Jim Jarmush… El culturón, en Chito, iba por delante de todo lo demás, incluso del dulce… Eso sí, las guarradas eran las clásicas, especialmente aquella de ‘Querida Irene’: "Querida Irene./ Querida Irene:/ deja de menearte/ que ya me viene./ Si tu padre no quiere/ que te la meta/ te metes en el coño/ una maceta./ Y de este modo/ y de este modo/ verás cómo te meto/ maceta y todo./ Si te pones nerviosa/ y no te atino/ te pones en el coño/ un farolillo./ Y de este modo/ y de este modo/ verás cómo te meto/ farol y todo".
Elitista, hipercomunista, individualista, indie... Chito era un gafapasta al uso, de tráfico común
Elitista, hiperconsumista, individualista, indie… Chito era un gafapasta al uso, de tráfico común. Todo ese culturón ‘underground’ desembocaba en unas filosofías muy tradicionales, con mucho de fábulas de Esopo, ajenas a la vanguardia, porque lo más revolucionario es lo de siempre… Fábulas confiteras, de esas que te quedan al andar tanto rato con un dulce en la mano como si fuese un cigarrillo y tantos litros de bebidas no alcohólicas que no te sacan de tus rarezas sino que te meten más y más en ellas, hasta el infierno, la presión cerebral a punto del ictus, especialmente cuando tarareaba aquello de ‘Vida conyugal’: "Una rosca y un bollo/ están bailando,/ y una onza de queso/ está mirando./ ¡Qué gracia fuera/ que un racimo de uvas/ se le apareciera".

El problema de los Chitos, de los Hipsters, con mayúsculas, es que necesitan todos ellos ir menos por los bares (donde viven) y comprar más libros (sacar la cartera y todo eso, tan olvidado). A Chito le confundían las ediciones de bolsillo, que son malísimas para todo y, de vez en cuando, había que decirle muy bajito, porque se asustaba como un hámster, aquello de Juan Ramón Jiménez tan clásico: "Los libros, en edición diferente, dicen cosa distinta".

El extraño colibrí se enamoró de una tal Micaela. Y entonces fue todo a peor (hasta el bizcocho). Cantaba por la calle el tema ‘Troncho retroncho’, de origen desconocido: "Troncho, retroncho/ azúcar y canela/ no hay quien le meta/ la mano a Micaela./ Púsole el doctor/ la mano en la frente/ dijo Micaela/ este tío está caliente./ Troncho, retroncho/ azúcar y canela/ no hay quien le meta/ la mano a Micaela./ Púsole el doctor/ la mano en el pecho/ dijo Micaela/ este tío va derecho./ Púsole el doctor,/ la mano en la ingle,/ dijo Micaela/ por ahí corre la pringue./ Troncho, retroncho/ azúcar y canela/ no hay quién le meta/ la mano a Micaela".

Dejó los bizcochos por las anfetas (seguramente para adelgazar). Y dijo haber llegado a la conclusión más importante de su vida. Se llamaba ‘La vida sentimental’. Y lo recitaba en plan Alberti, voz temblona pero muy segura: "Si los dos son inteligentes, es un flirt./ Si los dos son tontos, se casan./ Si ella es lista y él tonto, son novios./ Si ella es tonta y él es listo, es un plan./ Si los dos son listos, es un lío". Luego, al acabar, pedía dinero, unas monedas, un refresco, la mano, lo que fuese.
Archivado en
Lo más leído