Psicología positiva: el mandamiento de la felicidad

Un despido ya no es un despido, ahora es una "oportunidad". Por eso el fracaso no existe, es la palabra tabú.

Sofía Morán
12/02/2017
 Actualizado a 15/09/2019
‘Always look on the bright side of life’ (La Vida de Brian - 1979).
‘Always look on the bright side of life’ (La Vida de Brian - 1979).
"La felicidad no es la meta, sino el camino». «Con actitud positiva alcanzarás lo que deseas». «Lo único imposible es aquello que no haces». ¿Les resulta familiar? Son las píldoras de la felicidad, mensajes buenrollistas que inundan las redes sociales, la publicidad, estampan agendas y calendarios, y llenan librerías con títulos que prometen sacar lo mejor de ti mismo.

Este negocio del optimismo tiene su origen a finales de los años 90, cuando el conocido psicólogo y escritor estadounidense Martin Seligman, comprendió que la psicología con la que había trabajado hasta ese momento se centraba demasiado en el sufrimiento humano, en los aspectos negativos o patológicos. Apostó entonces por un cambio de enfoque con el que construir cualidades positivas, potenciando la virtud, las capacidades y el crecimiento personal. Había nacido una estrella: la Psicología Positiva.

Lo que a priori debía ser aire fresco para la Psicología tradicional, y la apertura de interesantes vías de investigación, se ha terminado por convertir en una moda casi irracional, donde los seguidores más entusiastas simplifican su mensaje y lo llevan al extremo, proclamando la necesidad de una actitud positiva en todas las circunstancias de la vida. Pero ¿es realmente sano, poner siempre al mal tiempo buena cara?

No hay duda de la importante repercusión que ha tenido esta corriente en los últimos años. Sus términos de cabecera (resiliencia, bienestar, creatividad…) y sus teorías imposibles, se han hecho un hueco fijo en tertulias, artículos, departamentos de recursos humanos, y en un amplio y variado catálogo de cursos motivacionales.
El mensaje es claro y directo: la felicidad al alcance de tu mano. Perfecto para esta era del postureo social en la que vivimos, donde consumir, disfrutar del ocio y escapar de cualquier malestar, son las pautas a seguir.

Un despido ya no es un despido, ahora es una «oportunidad». Por eso el fracaso no existe, es la palabra tabú. ¡Ni se le ocurra pensarlo! Al mínimo síntoma de derrotismo, decepción, o negatividad, es muy posible que le recomienden el curso/charla de algún reputado Coach (con caché de artista), esos gurús de la felicidad que, micrófono en mano, proclaman aquello del «querer es poder».

Esta polémica moda, no sólo tiene fieles seguidores, las voces críticas son muchas, y muy variadas. Desde aquellos que ven en su nacimiento conspiraciones relacionadas con el capitalismo, hasta quienes, no sin razón, la tachan de excesivamente individualista y poco solidaria. Las metas a conseguir siempre giran en torno a uno mismo y sus propios intereses, sin tener en cuenta el contexto. Las injusticias sociales, la desigualdad o la paz mundial, son cosas que de ninguna forma deben turbar nuestro estado de ánimo. Algo así como el «que cada palo aguante su vela».

Sin embargo, lo que a mi entender resulta más peligroso de esta tiranía de la actitud positiva, son las muchas personas que atravesando dificultades, conflictos o enfermedades, se ven obligadas a mostrar un optimismo que realmente no sienten. De la misma forma que no expresan su dolor y su malestar por esa sensación de estar yendo a contracorriente.

No me entiendan mal, no se trata de ir por la vida con el cenizo encima. Mantener una actitud positiva y la confianza en uno mismo es aconsejable siempre. Pero resulta fundamental aceptar que a veces es saludable sentirnos mal como respuesta a las circunstancias de la vida, porque un problema no es siempre una oportunidad, a veces es sólo un problema. La tristeza, el miedo, el estrés… también son emociones que nos ayudarán a crecer y a desarrollar habilidades y fortalezas para seguir adelante.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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