Los ‘cainejos’ no mueren... se despeñan

El día de Santiago murió Teófila Gao, nieta del mítico Cainejo y la segunda mujer que ascendió El Naranjo, con solo 15 años y en faldas. Es obligado recordar las duras historias de aquella gente

Fulgencio Fernández
01/08/2016
 Actualizado a 12/09/2019
La imagen (1951) del gran divulgador de Picos nos muestra las dos caras de este espacio, la belleza mezclada con la dureza. | JOSÉ RAMÓN LUEJE
La imagen (1951) del gran divulgador de Picos nos muestra las dos caras de este espacio, la belleza mezclada con la dureza. | JOSÉ RAMÓN LUEJE
Bajaba esta memoria gráfica hacia el sur de la provincia, atravesando la capital cuando la actualidad ‘atropelló a la razón’ y exige regresar a los montes. El pasado día 24 fallecía en Alicante, donde llevaba años afincada la familia, una histórica de la montaña de Valdeón, pionera de la escalada en Picos:Teófila Gao Pérez, de Caín, nieta del mítico Cainejo y la segunda mujer en ascender al Naranjo de Bulnes, con sólo 15 años y en falda y alpargatas, como ella misma contaba. La primera mujer en ascender había sido su prima María Jesús Pérez, también nieta de Gregorio Pérez de María, El Cainejo.

Y la actualidad marca otras efemérides vinculada a estos mismos nombres. El 31 de julio de 1935 subió al Urriellu María Jesús, el 6 de agosto del mismo año lo hizo la ahora fallecida, a los 96 años, Teófila Gao, y el 5 de agosto de 1904 su abuelo, El Cainejo, se convertía en el sherpa del primer humano en llegar a la cumbre:Pedro Pidal, el Marqués de Villaviciosa, que ya dejó escrito que jamás hubiera llegado a la cumbre sin la compañía de Gregorio, al que en aquellos tiempos llamaban con otro apodo, más que significativo de su carácter:El Atreviu.

El relato de aquellas hazañas habla de un montañero que escalaba en madreñas, de una nieta que subía en zapatillas, de unas vidas en un medio hostil y muy duro en el que había calado un dicho que lo definía perfectamente:"Los cainejos no se mueren... se despeñan".

Y para ilustrar esta afirmación el gran mito de la montaña en esta tierra, el repetido Cainejo, murió precisamente despeñado desde la majada en la que tenía sus cabras.

Precisamente una de aquellas cabras le atacó y quien  había librado y ganado mil batallas contra la montaña acabó muriendo ante «el fuego amigo» de uno de sus animales.

No existe mejor forma de explicar la vida de una comarca, Valdeón en este caso, que a través de las vivencias y las biografías de sus gentes, no en vano en este caso el Parque Nacional de Picos es el único que tiene "pueblos dentro".

Teófila Gao, que por suerte no se despeñó, recordaba en el centenario de la ascensión de su abuelo (en 2004) su gesta, con 15 años, y en zapatillas:"Recuerdo que llamó mucho la atención que subí con alpargatas y con falda. En la cima firmamos en un libro que guardaba los registros y que permanecía bajo una roca. Me preguntaron mucho cómo logré subir pero la verdad es que entonces no había piedra ni árbol que se me resistiera".

Pedro Pidal dejó escrito cómo se inició aquella aventura, en la que fue a buscar a El Cainejo que estaba segando hierba para que le acompañara. "Bajamos a la majada; nos preguntan los pastores el objeto de ir por allí sin escopetas; se lo hemos dicho, y dicen ellos: bien atrevidos los hubo en Bulnes y los hay también, y nunca subió arriba ‘maide’; pero es que ni los rebecos tampoco".

Pues subieron ellos. Gentes increíbles e irrepetibles luchando en aquel medio hostil. El heredero de aquella forma de vida y otro mito de la montaña fue Juan Tomás Martínez, que en la historia de la Montaña figura como el que abrió la Sur Directa del Naranjo pero también otro atreviu que subió a la Picu Urriellu por primera vez con 14 años y guió a centenares de personas a la cima en sus sesenta  años de guía en el Naranjo, e hijo de  Víctor Martínez Campillo, conocido como el de Camarmeña, quien consiguió la tercera escalada al Naranjo de Bulnes, cosa que hizo por la cara norte en solitario. También Juan Tomás tuvo un trágico final, aunque ya con 92 años, cuando se incendió su casa de Caín y él murió en el incendio.

Pero no son solamente las duras gentes de la montaña las que hablan de la dureza de estas tierras durante tantos años. Así por ejemplo, ahí está la biografía de una mujer anónima, Evangelina Guerra, fallecida hace tan solo unos años en su pueblo, Los Llanos de Valdeón. Esta mujer, madre soltera en 1937, contaba que "subía tres veces al día hasta Collado Jermoso cargada con treinta kilos de material para hacer el refugio. Durante meses. Sin comer y con unas zapatillas de esparto. Me quedé sin pelo del roce con el cemento".

No hacen falta más historias para entender este valle y a sus gentes .
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