Lobos con piel de cordero

Pedro Ludena comenta la película de Martin Scorsese 'Los asesinos de la luna'

Pedro Ludena
27/10/2023
 Actualizado a 27/10/2023
Lily Gladstone y Leonardo DiCaprio en ‘Los asesinos de la luna’.
Lily Gladstone y Leonardo DiCaprio en ‘Los asesinos de la luna’.

 ‘Los asesinos de la luna’
Director: Martin Scorsese

Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Lily Gladstone, Robert De Niro 
Género: Crimen / Drama
Duración: 206 minutos

La realidad supera a la ficción en la última obra de Martin Scorsese, que recupera uno de los pasajes más oscuros y desconocidos de la crónica negra de los Estados Unidos, una masacre encubierta, tan horrible que se aventuraba a ser considerada un mito, pero que ahora, gracias al carácter in aeternum del cine y al acto de fe de uno de los mejores directores de la historia, nunca caerá en el olvido. 


‘Los asesinos de la luna’ tiene lugar en la Oklahoma de los años veinte, concretamente en el condado de los Osage, una tribu de indios americanos que, durante un breve período de tiempo, fueron el pueblo más rico per cápita del mundo gracias a la abundante reserva de petróleo en sus tierras, la cual atrajo a su vez a ambiciosos forasteros de tez más pálida. Es en estos años cuando se multiplican las muertes de indios en extrañas circunstancias, detrás de las cuales se encuentra el hombre blanco, que se instala entre los Osage mientras su codicia y su odio van devorando miembro a miembro al pueblo que le acogió. 


Martin Scorsese no requiere presentación alguna, el cineasta americano se ganó tiempo ha su plaza en la historia del celuloide, pero de tener que explicarle a alguien que no ha visto jamás una de sus películas, aunque seguramente uno estaría perdiendo el tiempo hablando con dicha persona, a la mayoría se le vendría a la cabeza la palabra ‘violencia’. Y es que Martin debe mucho de su éxito a cómo ha retratado esta interacción primitiva, que ha forjado a fuego la historia de los Estados Unidos y a sus ciudadanos, así como a la carrera cinematográfica de este neoyorquino. A primera vista, ‘Los asesinos de la luna’ parece distar mucho de los violentos relatos mafiosos en la Gran Manzana a los que nos tiene acostumbrados el cineasta, pero los valores, o más bien ‘desvalores’, de este subgénero prevalecen en este ‘western’, transmutados en forma como solo alguien que realmente entiende su fondo puede hacerlo. Con un presupuesto de 200 millones de dólares para retratar una tragedia marcada por el odio racial y que el tiempo ha barrido bajo la alfombra del olvido, la cual es sacudida como solo un autor de la talla de Martin Scorsese puede hacerlo. 

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Imagen poster
Cartel de la película de Scorsese.

Si bien la reputación de brusco precede al director desde ‘Malas calles’, en ‘Los asesinos de la luna’ este adopta una perspectiva más circunspecta, destilando el odio que contamina el condado de los Osage en conversaciones, gestos y hábitos de sus personajes; utilizando a su favor la prolongada duración de la cinta, que roza las tres horas y media, para dilatar las pausas entre los repartidos exabruptos de la violencia física acechante, sin escatimar en esta cuando se da, construyendo así un suspense sostenido que incomoda e impide acomodarse en algo tan animal y a la vez tan humano. En la mayoría de trabajos de Scorsese la violencia se vuelve algo cotidiano, abstrayendo al espectador de este elemento que se asume intrínseco a la obra y perpetrado por protagonistas contra los que, por carismáticos que sean, se interpone una barrera frívola para preservar la sanidad de una audiencia que, verdaderamente, está disfrutando de contemplar a criminales en plena faena. Sin embargo, aquí, cuando estalla la violencia, esta se siente totalmente fuera de lugar, una invitada desagradable que altera la paz de una comunidad floreciente. Porque no es lo mismo ver como se acribillan entre mafiosos que ver como masacran a inocentes. 


Continuando con su ánimo de retratar la realidad sin adornos, en toda su crudeza, ‘Los asesinos de la luna’ está contada desde la perspectiva de uno de los propios homicidas, Ernest Burkhart, a quien da vida un Leonardo DiCaprio que está a la altura de uno de sus papeles más difíciles, un peón sin muchas luces cuya correa es aferrada por su tío William Hale, interpretado por un Robert De Niro que suma su décima colaboración con Scorsese, fungiendo una vez más como un diablo encarnado, no impetuoso y descontrolado como Jake LaMotta, sino frío y calculador como un lobo con piel de cordero. No obstante, aunque Scorsese llegó a reescribir el guion para narrar esta tragedia desde su corazón, la película se habría beneficiado, y mucho, de haberse contado desde la perspectiva de la coprotagonista más desaprovechada del trío, Mollie Burkhart, la esposa nativa de Ernest, cuya actriz, Lily Gladstone, también de ascendencia indoamericana, ya suena para los próximos Oscars. Por mucho que quiera, Scorsese no es Osage y su narrativa, por mucho que respete la cultura y los ritos de este pueblo, se desarrolla por medio del protagónico DiCaprio, un hombre blanco que, aun estando en el centro de la tragedia de la que el mismo es responsable, nos priva de sentir de primera mano el horror que realmente padeció su mujer, que ve a su pueblo diezmado. La simpleza mental y los actos de Ernest hacen de este un protagonista desabrido, al cual hubiera preferido ver reflejado en los ojos llorosos de Mollie, en lugar de contemplar la historia a través de los suyos. 


Decía el crítico André Bazin: «el ‘western’ es el encuentro de una mitología con un medio de expresión». No es casualidad que monopolizara el cine estadounidense durante décadas, ilustrando el utópico ‘sueño americano’, donde los hombres se convertían en los protagonistas en mundos hostiles mediante actos heroicos, canónicos y, especialmente, violentos; actos que en la vida real antagonizarían a cualquiera. En las películas del Oeste, un bandido harapiento podía ser un héroe y un asesino un justiciero, en otras palabras, un don nadie podía ser alguien. A mi entender, el ‘western’ se ha convertido en el género por antonomasia por su capacidad de idealizar la vida, glorificando sucesos terrenales que se vuelven extraordinarios gracias al cine, proyectando en este nuestra propia historia para no borrarnos del recuerdo. Con ‘Los asesinos de la luna’ Scorsese firma su primer ‘western’, pero subvirtiendo la misma esencia del género. Porque su última obra no mitifica unos sucesos verídicos, sino que concreta la cruda realidad de una tragedia que corría el riesgo de convertirse en leyenda. En cierta escena, el personaje de De Niro augura que esta matanza se olvidará, pasando a ser una tragedia más. El tiempo estaba por darle la razón, pero Scorsese se la retira instalando esta historia, imperdonable e inolvidable, en su lugar privilegiado de la memoria colectiva, justo al lado del nombre del director. 
 

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