Las ranas comunes de Palacios de Compludo y Nature

Por José Javier Carrasco

20/06/2023
 Actualizado a 20/06/2023
En 1953, la revista Nature publicó la estructura del ADN en tres artículos de Watson, Crick, Wilkins,  Franklin y Gosling.
En 1953, la revista Nature publicó la estructura del ADN en tres artículos de Watson, Crick, Wilkins, Franklin y Gosling.
Al cabo de un tiempo de la puesta en marcha de la Royal Society y la Academie des Sciences, salieron a la luz los boletines encargados de recoger las actas de sesiones, proyectos en curso, informes sobre actividades científicas en Europa, descripciones de experimentos de Física, Química y Anatomía, notas necrológicas de personajes relevantes...  A finales del siglo XVIII, aparecen ya revistas especializadas en diversos campos de la ciencia. A principios del XIX su número alcanza una cifra superior al de trescientas publicaciones. Deja de seguirse el modelo de las viejas publicaciones vinculadas a las Academias y surge un nuevo tipo de revistas, relacionadas con la medicina, no escritas por un solo redactor, sino por diversos autores con una cuidada información científica y profesional. El modelo se imitó en otras partes de Europa y, así,  en España  aparecieron el ‘Periódico de la Sociedad de Salud de Cataluña’ en 1821 o el de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz, un año antes. Algunas se prolongaron en el tiempo como ‘The Lancet’ (1823) o los ‘Archives Génerales de Médicine’ del mismo año. Pero las dos publicaciones científicas más prestigiosas son la inglesa ‘Nature’, que comenzó su andadura en 1869 de la mano de Norman Lockyer, posicionada a favor de la Teoría de la Evolución de Darwin, y la revista norteamericana ‘Scientific American’ (1845), más conservadora, creada por el inventor Rufus Porter. Ambas continúan publicándose aún y son un ejemplo de rigor e impacto mediático (la revista ‘Nature’ adelantó en 1953 la estructura del ADN).

En la órbita de las publicaciones científicas de divulgación se encuentra la revista ‘Muy Interesante’, que cumplió en el año 2021 su cuarenta aniversario. En su número 485 de ese año dedicaba un artículo a algunos de los animales que emiten señales fluorescentes, entre ellos las ranas arborícolas punteadas (Hypsiboas punctatus), con sus llamativas emisiones de fluorescencias azules y verdes. Dieciocho años atrás, el número 0 de ‘LeónCiencia’, revista de divulgación científica de la Universidad de León, se refería a un anuro menos exótico, la rana común de la reserva de Palacios de Compludo, estudiada, junto a otros anfibios, en su medio, por un grupo de alumnos de la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales de León. Dos enfoques diferentes, la espectacularidad de la publicación de divulgación científica con mayor difusión en España y el proyecto abierto de la otra, que aspiraba a dar voz a investigadores, estudiantes y a todo aquel que quisiera contribuir con sus desinteresadas aportaciones a la divulgación y difusión científica a nivel local.

Sin perder de vista a las ranas, saltamos de Palacios de Compludo a Panamá de la  mano de la periodista Elizabeth Kolbert, autora de ‘La sexta extinción’, Premio Pulitzer 2015 (todo el libro sirve de denuncia al posible desastre ecológico que se avecina). La obra comienza con un capítulo dedicado a la rana dorada de Panamá  (Atelopus zeteki) amenazada de extinción por la propagación imparable del hongo BD, que según una hipótesis  se habría extendido por el mundo con el envío de ranas de uñas africanas a Norteamérica para las pruebas de embarazo en los años cincuenta. La rigurosa moral católica del franquismo, contraria a pruebas de embarazo, habría salvado a las ranas de la reserva de Palacios de Compludo de infecciones no deseadas. Al menos ellas tendrían algo que agradecerle al general. Es una broma.
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