Landera y Cervero: "Normandía habría sido muy difícil sin la red de espías de San Miguel"

‘El tercer ruido’ es una novela que incide en la importancia en la II Guerra Mundial de una red de espionaje al servicio de Inglaterra, con base en León y un singular leonés como cabecilla de la misma, Lorenzo San Miguel.

Fulgencio Fernández
28/04/2016
 Actualizado a 15/09/2019
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"El tercer ruido es el peor para la salud, es un ruido cardiaco, que aparece enmascarado, que no se ve, que no se escucha si no es con aparatos sofisticados. Nos pareció la expresión más apropiada para explicar el ‘ruido’ que hacen los espías, un ruido sordo, del que nada se sabe, hasta que se materializa en una gran explosión, como la del polvorín de Ferrol, que es uno de los episodios centrales de este libro". Así explican dos singulares investigadores, José Luis Cervero y el leonés José Antonio Landera, vinculados ambos a la Guardia Civil, en la que trabajaron muchos años, el título del libro que este jueves (a las 19 horas) presentan en la Fundación Sierra Pambley, acompañados de Wenceslao Álvarez Oblanca y Víctor del Reguero.

La historia arranca en el amanecer del 23 de mayo de 1944, cuando en las tapias del ovetense cementerio del Salvador, cuatro españoles humildes caían abatidos por las balas disparadas por un pelotón de ejecución formado por soldados. "Todos ellos estaban acusados de formar parte de un grupo de espías instruidos en temas de inteligencia por agentes británicos destinados en la Embajada inglesa de Madrid. Su misión consistía en controlar las actividades que los espías nazis y el ejército del III Reich alemán desarrollaban a cara descubierta y sin ningún tipo de empacho en el suelo patrio". Otros muchos fueron condenados, en un juicio sin garantías, a muchos años de prisión y su jefe ya había sido asesinado mientras dormía en su cama en León.

Esta organización secreta de espías montó bases operativas donde escondían las emisoras que utilizaban para enlazar con Londres por todo el territorio nacional. Un bar frente al Retiro, una tienda de alquiler de bicicletas de la madrileña calle de López de Hoyos, una torre y una huevería en Barcelona, y la representación de las famosas editoriales Bruguera y Calleja en Sevilla, eran algunas de las bases instaladas por la Red. Una de las más importantes era la que operaba en el Norte, con el nombre de la Central. "Infiltraron una serie de agentes en toda la costa gallega y tenían una información precisa de la entrada de submarinos, de su reportaje, de sus petroleros, e infiltraron en la base de Ferrol y prepararon un sabotaje, que llevaron a cabo la noche de 22 de junio de 1943, escondidos en un barco con cemento para unas obras. Varios agentes de la Central colocaron una serie de explosivos y destruyeron el operativo de la Base», explica Landera, algo que era fundamental para ellos «pues en dos meses hundieron 24 submarinos;sólo al día siguiente hundieron dos".

Explica Landera cómo llevaron a cabo aquel operativo. "Los submarinos debían salir a la superficie a repostar y los ingleses, con la información de la Central, buscaron la , manera de verlos en la superficie con un potente foco, que iluminaba dos kilómetros".

Se muestran convencidos que este episodio fue fundamental en el desarrollo de la II Guerra Mundial, "pues la cantidad de material y vidas que se pudieron salvar es impresionante, yo creo que incalculable. Sin esta operación de los servicios secretos ingleses, integrados por espías españoles, el Desembarco de Normandía hubiera sido mucho más complicado sino imposible".

Cervero destaca que resulta curioso comprobar que todos estos espías eran absolutamente amateurs, "eran gente que había participado en la Guerra Civil, con los republicanos. Estaban descontentos con el Gobierno de Franco y van vendiendo por ahí sus servicios, especialmente Lorenzo San Miguel, a los americanos, etc, y, efectivamente, los ingleses los contratan y les enseñan cómo se maneja una emisora y les dan la consigna de enlazar todos los días con Londres sin decir ni una sola palabra;sólo en el momento que se declarara la guerra en España, porque los ingleses pensaban invadir España, ya se comunicarían de manera habitual. Yles enseñaron un poco de criptografía para mandar los mensajes cifrados".

En cuanto a su vida novelesca señalan que «esta gente va descubriendo muchas cosas, como que los ingleses se estaban aprovechando de una mina que había en una localidad granadina (Las Gabias) de un mineral del que se sacaba el sulfato de estroncio, fundamental para las transmisiones; o como cuando los ingleses sospechan que un submarino alemán bombardeado por ellos estaba refugiado en Cartagena y uno de los espías —Ramón Taulen— lo descubre, Inglaterra protesta y España le compra el submarino a Alemania. Este submarino fue utilizado en el rodaje de la película 'U 47 comandante Prien'. El primer comandante español de este submarino fue un hermano de Carrero Blanco".

Pero, señala Landera, el hilo conductor de la historia es Lorenzo San Miguel, leonés de Ponferrada, hijo de ferroviario que emigró a Méjico, izquierdista que evolucionó a ideas revolucionarias en Méjico. Lorenzo fue a hacer la mili en Astorga y "pronto se lanzó a imprimir pasquines subversivos y sospechan de él, que pertenece a una Red y es encarcelado. Él sabía que la Guerra Civil era inevitable y él se estaba organizando, pero entró preso antes de estallar la guerra, por lo que decide fugarse y hasta lo avisa, pero no logran evitarlo".

Pasa a Asturias. Al caer Gijón se esconde en casa de su abuela hasta 1939, se deja crecer el pelo y se convierte en mujer, con el nombre de Mari, y disfrazado pasa a León, a casa de sus padres.

Un tío de Lorenzo San Miguel fue detenido e internado en un psiquiátrico y nada se supo más de él hasta que falleció 20 años después .
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