La vacuna que recorrió el mundo

"La quinta parte de los niños del mundo sigue sin recibir las vacunas básicas"

Sofía Morán de Paz
15/01/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Apesar de que hoy en día algunos parecen haberse olvidado, no hace mucho tiempo, la viruela se extendía por el mundo matando y desfigurando a millones de personas. No entendía de clases o rentas, y ejecutaba por igual a reyes, campesinos, nobles o vagabundos. Fue, con diferencia, la enfermedad más devastadora y letal de su época contra la que no hubo nunca un tratamiento eficaz, pero se declaró erradicada en 1979, tras un programa de vacunación que está considerado como una de las victorias más importantes de la medicina moderna.

Fue el científico inglés Edward Jenner quien descubrió la ansiada vacuna, inoculando a personas sanas la ‘viruela de las vacas’, una afección parecida pero benigna, que conseguía inmunizar contra la mortífera enfermedad.

Cinco años después de que Jenner publicara sus conclusiones y método de vacunación, España protagonizó ‘La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna’, una hazaña desconocida para muchos pero de enorme valor, que ayudó a la futura erradicación de la enfermedad. Sufragada por el Rey Carlos IV, tenía la finalidad de conseguir la vacunación masiva en todos los dominios de ultramar. Con el médico alicantino Xavier Balmis y el cirujano catalán Josep Salvany al frente, el 30 de Noviembre de 1803 la corbeta María Pita zarpó hacia América desde La Coruña, con 22 niños huérfanos a bordo que transportaban la vacuna en sus propios cuerpos. El procedimiento consistía en inyectar en el brazo de un niño el virus de la viruela bovina (que recuerden, inmunizaba contra la viruela mortal), y tras aparecer alguna pústula, se extraía de ella el suero para inocularlo en el brazo de otro niño. Este método del ‘brazo a brazo’ fue posible gracias al ingenio científico de Balmis, que mantuvo el virus vivo en una cadena durante la larga travesía.

Consiguieron vacunar a más de 500.000 personas, y se crearon las Juntas de Vacunación, consideradas por algunos como el embrión de nuestra sanidad pública. Ahí es nada.

Hoy en día y con la memoria debilitada, hay quien se afana en cuestionar la eficacia y seguridad de las vacunas, defendiendo teorías imposibles y dando la espalda a uno de los mayores avances de la salud mundial. Ellos son los antivacunas, y en España tenemos su representación más influyente en La Liga para la Libertad de Vacunación. Pero que no les engañe el nombre, porque no es libertad lo que defienden (libertad que ya existe, porque no es obligatorio vacunar a tus hijos pero sí a tu perro), más bien abogan por la no inmunización, de forma radical y sin contemplaciones, afirmando que «en enfermedades como la difteria, la poliomelitis o la tos ferina, la actitud más adecuada es dejar transcurrir el proceso natural de la enfermedad», y sin despeinarse si quiera.

La representación de estos grupos en España es pequeña, pero en países como Reino Unido o EEUU sus teorías se expanden casi tan rápido como la terrible viruela. Y parece que esto es sólo el principio, esta semana conocíamos la inquietante noticia de que Donald Trump ha propuesto a Robert Kennedy Jr, conocido por su rechazo a las vacunas, como presidente del Comité para la Seguridad de la Vacunación y la Integridad Científica.

La magnitud es tal, que la Organización Mundial de la Salud publica en su página web un apartado dedicado, única y exclusivamente, a desmontar las leyendas y mitos sobre la vacunación.

Ni nuestros abuelos ni nuestros padres necesitaron plantearse semejante cuestión, porque ellos sí pudieron comprobar de primera mano, lo que enfermedades como la polio o el sarampión causaban.

Pero los papás modernos no tenemos memoria, y mientras debatimos entretenidos sobre este tema (con el centro de salud al doblar la esquina, no sea que cambiemos de opinión), las organizaciones humanitarias luchan por conseguir fondos para inmunizar a esa quinta parte de los niños del mundo que sigue sin recibir las vacunas básicas, lo que sin duda marca la diferencia entre la vida y la muerte.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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