La herencia del ‘lenguaje gaudinista’ (1ª parte)

Por José Mª Fernández Chimeno

L.N.C.
12/02/2020
 Actualizado a 12/02/2020
Palacio Episcopal de Astorga (las obras se reanudaron y se inaugura en 1913). | L.N.C.
Palacio Episcopal de Astorga (las obras se reanudaron y se inaugura en 1913). | L.N.C.
De todos es sabido que, aún sin crear un estilo, Antonio Gaudí dejó para la posteridad las tendencias-manifiesto: acervo naturalista, tradición geométrica y visión postgótica. Estas tres tendencias ya fueron conocidas y asimiladas, desde un principio, por los arquitectos modernistas contemporáneos de Gaudí. Tradicionalmente las primeras obras atribuidas al genial arquitecto catalán son del estilo llamado Modernismo; si bien hay que advertir al lector que «los críticos y los historiadores lo tildaron de modernista, hiperrealista, organicista, barroco y de otras lindezas, cuando en realidad Gaudí no perteneció a ningún estilo ni movimiento artístico, pero de todos ellos tenía trazas». (Joan Bassegoda i Nonell)

Por consiguiente, antes de encasillar al tracista de Reus en un estilo determinado, lo más importante es analizar el «lenguaje gaudinista» que se pergeñó en el atanor del genio y cómo este se trasmitió a sus seguidores; pues, según afirma el profesor Nelson Goodman en su libro titulado Los lenguajes del arte –donde examina y compara los tipos más importantes de símbolos y sistemas simbólicos–, «El producto acabado en arquitectura, a diferencia de lo que ocurre en música, no es pasajero (…). Luego saber si dos edificios son especímenes de la misma obra, es una cuestión indeterminada, relativa al lenguaje total del arquitecto».

Dicho esto, nada más llegar a tierras leonesas, el 24 de junio de 1889 (onomástica del obispo asturicense Juan Bautista Grau i Vallespinos), Antonio Gaudí asistía a la colocación de la piedra fundacional del palacio Episcopal de Astorga. Por aquella época, se encontró con un arquitecto afín, al frente de los distintos estamentos provinciales. El arquitecto provincial Francisco Blanch y Pons (otro catalán, natural de Manresa) ya ejercía su magisterio al frente de las obras de la Diputación Provincial de León, desde 1887; siendo, pues, quién primero tuvo que hacerse cargo del «pecio» abandonado por su paisano, tras presentar Gaudí su dimisión a la Junta Diocesana de Astorga, en carta enviada desde León el 4 de octubre de 1893.
Álvarez-Reyero pudo conocer de primera mano los sistemas constructivos ideados por Antonio Gaudí
El citado facultativo también ejercía de arquitecto diocesano de León (cuando la ocasión lo requería de arquitecto municipal) y esto le llevó a tener que firmar certificaciones de obra hasta mediados del siguiente año; cuando es nombrado arquitecto municipal de León D. Manuel Hernández y Álvarez-Reyero (en Sesión de 27 mayo de 1894; frente a otros dos aspirantes: Juan Crisóstomo Torbado y Rufino Ernesto Rodríguez). Al Sr. Álvarez-Reyero de inmediato se le encomendó la dirección de las obras, tras acceder al puesto diocesano de la ciudad, lo que le permitió conocer de primera mano los sistemas constructivos ideados por Antonio Gaudí.

Este arquitecto será el primero que aplique el «lenguaje gaudinista» en sus obras, en la provincia de León, al proyectar la Iglesia del barrio de San Andrés de Astorga, que empieza a construirse en octubre de 1897; «cuya sobriedad, esbeltez y limpieza de formas rectas, y el adorno de sus torres, son deudoras del Palacio Episcopal».

Otro ejemplo, que justifica la implantación de la Ruta Gaudí (por el noroeste de España) es la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. Sita en Gijón, se colocó la primera piedra en noviembre de 1913. En esta ocasión, las referencias históricas y connotaciones artísticas con la herencia del «lenguaje gaudinista» son más que evidentes. Respecto a las primeras, se sabe que fue diseñada por el joven arquitecto-calculista Joan Rubió i Bellver, colaborador de Gaudí en la Catedral de Mallorca y en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, hasta la muerte de su maestro en 1926; igualmente, fue construida por Claudí Alsina i Bonafont, quien ya ejercía de maestro de obras en la Casa Botines de León y una vez de vuelta a Barcelona se incorporó a las obras de la Sagrada Familia, para recalar en Gijón, en 1903. En cuanto a las segundas, el mayor logro del arquitecto-calculista Rubió fue diseñar la cubierta formada por una secuencia de arcos parabólicos, combinados con el artesonado que alcanza una altura de 27 m.. Este elemento constructivo Gaudí ya lo había aplicado en la casa Batlló y la casa Milà (La Pedrera).
La Basílica del Sagrado Corazón de Jesús es otro ejemplo que justifica la implantación de la Ruta Gaudí
A partir de estos dos ejemplos, son muchas las obras edilicias que figuran por derecho propio en la guía cultural ‘Gaudí. Ruta por el noroeste de España (Astorga-León-Gijón-Comillas)’ de Chimeno (Eolas Ediciones. 2ª Edición 2019), y todas ellas reciben la herencia del «lenguaje gaudinista». Aunque, llegados a este punto cabe preguntarse si ¿pueden considerarse obras de arte o simples remedos sin valor alguno?. La reconocida crítica de arte y arquitectura en los Estados Unidos, Aline B. Saarinen se hacía la misma pregunta: «si un remedo está tan logrado que incluso al cabo del examen más complejo y seguro su autenticidad queda aún abierta a la duda, ¿es o no, una obra de arte, tan satisfactoria como si fuera del todo auténtica?».

Podemos fruncir el ceño ante la consideración de que otro edificio, sin los mismos planos y la misma ubicación, pueda ser considerado un «remedo» para el restaurador o el historiador de arte; quienes suelen perder a menudo enormes cantidades de tiempo y energías en determinar si ciertas obras de arte en general y de arquitectura en particular son o no «originales». Dicho de otro modo, la pregunta, así formulada, admite que nadie pueda asegurar a simple vista que entre ambos edificios (el original y el remedo) no hay diferencia estética alguna; y, sin embargo, no son puras falsificaciones (de otras obras de arte), dado que si «al cabo del examen más completo y seguro su autenticidad queda aún abierta a la duda…».

Si nos atenemos a una observación más allá del alcance de cualquier mirada superficial –pues a simple vista, nunca va a poderse determinar la identidad estética de una obra de arte–, ninguna duda puede plantearse sobre el valor estético de las geniales creaciones de Antonio Gaudí, consustanciales a los valores de la verdadera arquitectura (autenticidad y sentimiento) en que se sustentan las tres tendencias-manifiesto por él legadas; y, por ende, tan poco lo han de ser las obras de sus más directos colaboradores (igual los sucesores) que se inspiraron en ellas.

José María Fernández Chimeno presenta la guía ‘Gaudí. Ruta por el noroeste de España (Astorga, León, Gijón, Comillas)’ este jueves a las 20:00 horas en la Sala de Ámbito Cultural (sexta planta) de El Corte Inglés de León.
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