Quienes escuchaban y recogían los testimonios eran los miembros de una activa asociación cultural, Trimuella, volcados con la historia y las tradiciones de esta comarca leonesa, rica en ambas. «Los testimonios orales aportaban más datos, como que Los Campaneiros se cubrían los cuerpos con pieles y para la cara y la cabeza se fabricaban caretas con apariencia de animales, ‘con grandes dentarrones’. En ocasiones también se ponían cuernos o varas de madera, que tallaban los chavales, para representar al ganado».
Y así nació la idea de recuperar esta tradición. Y se recuperó. Así nació la idea de documentarla y ponerla en contexto con otras similares. Y se hizo, con especial implicación de Iván Martínez Lobo, vecino del pueblo, miembro de Trimuella, estudioso y ahora mismo uno de los grandes expertos en las mascaradas de invierno, de las que ha hablado y escrito ampliamente y así explica el cambio de fecha, la no celebración en Navidad, como recordaban las más ancianas del lugar. «La iglesia, que no era amiga de estas tradiciones, obligó a cambiar la fecha de la fiesta, que pasó a celebrarse en carnaval bajo el nombre de Trapisacos; en referencia a que muchos de los participantes se tapaban la cara y otros se vestían con las peores vestiduras, sacos en muchos casos».
Fue entonces, con la teatralización de la tradición cuando aparecieron más personajes que se fueron añadiendo a aquellos iniciales: la vieya, el toro, los galanes y la señorita que picaba al toro... De los que se fue sabiendo su presencia y su función pero, recuerda Iván M. Lobo, «no fue hasta el año pasado cuando recuperaron los trajes acorde a la tradición —después de la subvención de Diputación y a la investigación realizada por la asociación Trimuella— e incorporan diferentes máscaras o carochas de los pueblos cercanos para hacer una representación de todas las mazcaradas de la comarca cabreiresa, pues también en ellas había tradiciones hermanas a la de La Cuesta, pues lo cierto es que se trata de una tradición que gozó de gran popularidad en Cabrera bajo cualquiera de sus nombres: remixacos, tamaracos, mantarracos, campanones, farramacos... ». Nombres diversos para tradiciones con el mismo trasfondo histórico y popular.
Los Campaneiros en La Cuesta, además de los mozos que perseguían a los vecinos y asustaban a los niños pero también había otros que se disfrazaban de modo que no se le reconociera a ninguno. Cuando entraban en las casas, solían pedirles que o cantasen o que bailasen para hacer sonar sus campanas y en este apartado también han recuperado algunas de las coplas que se cantaban a recitaban, como «Hoy día Navidad, / por ser la noche mayor / parió la virgen María / y nació cristo redentor. / Choricitos y empanaditas / y otras cosas son de comer / esta señora si no nos da nada / perros y gatos le mean la cama».
El nombre de Campaneiros tiene su razón en las campanas, (cencerros, esquilas y tupios), que estos personajes portaban colgados de sus cinturas para mayor estruendo y agitación de los chiquillos. Como todo esfuerzo tiene su recompensa, tras realizar este peculiar pasacalles, los vecinos del pueblo daban huevos, chorizos, y otros alimentos, incluso dinero, como recuerda la copla, con lo que los mozos celebraban una cena.