‘Il trovatore’ y los monstruos de El Bosco

La directora Adele Thomas acude a las figuras del pintor flamenco en su montaje de la tragedia de Verdi que cuenta en los roles principales con Marina Rebeka y Ludovic Tézier. Este martes Cines Van Gogh la retransmite en directo desde Londres

Javier Heras
13/06/2023
 Actualizado a 13/06/2023
Un momento de la representación de ‘Il trovatore’. | MONIKA RITTERHAUS
Un momento de la representación de ‘Il trovatore’. | MONIKA RITTERHAUS
La Ópera de Zúrich estrenó en 2021 una producción de ‘Il trovatore’ que ahora aterriza en Londres. Una de las claves de su éxito se mantiene: la soprano letona Marina Rebeka, que debutó en el papel y convenció a la crítica gracias a su musicalidad, delicado fraseo, sólidas coloraturas y timbre homogéneo y carnoso. En cambio, en el papel de Manrico no estará el polaco Piotr Beczala, ni tampoco el tenor anunciado de inicio por la Royal Opera (Yusif Eyvazov), sino el italiano Riccardo Massi. También se incorporan la mezzo estadounidense Jamie Barton, ganadora de premios tan prestigiosos como el Richard Tucker y el BBC Singer Of the World, y el gran barítono francés Ludovic Tézier, insuperable como Conde de Luna. De la orquesta se encarga el infalible Antonio Pappano. Su devoción por Verdi y el Romanticismo italiano se reflejan en el dramatismo y la riqueza de matices, dinámica y tempo. Cada vez quedan menos ocasiones para disfrutar de su batuta: dentro de unos meses deja este teatro para saltar a la London Symphony Orchestra.

Este martes a las 20:15 horas, Cines Van Gogh retransmite en directo desde Londres la producción de Adele Thomas de la tragedia de Verdi. La joven directora galesa culmina en 2023 su ascenso imparable. Especialista en Barroco, viene de una sensacional ‘Così Fan Tutte’ en Belfast, de una nominación a los premios Olivier, y de asombrar a la crítica con ‘Bajazet’, primera ópera de Vivaldi que se representa en Covent Garden. A la espera de ‘Semele’ en el festival de Glyndebourne, esta primavera ha dirigido ‘In the realms of sorrow’ en el London Haendel Festival.

Para su montaje de ‘Il trovatore’, resalta los elementos sobrenaturales del argumento, la superstición como motor de la historia. Por eso incluye imágenes medievales y transforma al coro en extrañas criaturas propias del cine fantástico de Tim Burton. Aparte de su ritmo vivaz y de su sentido del entretenimiento, entre sus aciertos está la luz: se desmarca del tono lúgubre que se suele asociar a esta obra, e ilumina con claridad incluso las escenas nocturnas; así refuerza la presencia del mal en los protagonistas, y el declive moral del Conde de Luna. El grotesco vestuario de Annemarie Woods se inspira en las figuras de El Bosco. Sorprenden algunas pinceladas de humor negro, pero no son de extrañar: es imposible tomarse en serio el libreto. Para este dramón caballeresco de 1853, Verdi y su libretista, Salvadore Cammarano (‘Lucia di Lammermoor’), se basaron en la obra del español Antonio García Gutiérrez, también autor de ‘Simón Bocanegra’.

‘El trovador’, drama publicado en 1836, es un embrollo de venganza, amor y despecho sobre una gitana que venga el asesinato de su madre raptando al hijo de sus enemigos, los Luna. El deseo de muerte recorre un libreto inverosímil y romántico, lleno de situaciones extremas y coincidencias improbables, como parodiaron los Hermanos Marx. Si el espectador se pierde es porque demasiados acontecimientos suceden fuera de escena, antes de que arranque la acción. Por eso conviene prestar atención a los monólogos del inicio de los dos primeros actos.

Aun así, esta ópera llegó a buen puerto por el estado de gracia del compositor. Con el tiempo, firmaría otras más maduras o redondas, pero no más inspiradas. Está llena de pasajes brillantes, desde el inmortal coro de la fragua (con esa percusión del martillo y el yunque) a las arias de todas las voces: ‘Stride la vampa para la mezzo’, ‘Di quella pira’ para el tenor, sin olvidar a la soprano (‘D’amor sull’ali rosee’) y el barítono (‘Il balen’). La música expresa todos los estados emocionales, de la ternura al heroísmo o el odio. De las voces exige lo máximo: agilidad, registro, lirismo, potencia, delicadeza…

Verdi venía de sus repudiados «anni di galera», en los que había producido sin parar, y a los 40 años pisó el freno. Sin embargo, su energía, su vida ajetreada, cobran forma en la urgencia de una partitura que siempre va al grano. Los tempos son acelerados; las continuas sorpresas mantienen boquiabierto. Es insólito el protagonismo de la mezzo: «Existen muchas tramas con un héroe-tenor, una heroína-soprano y un villano-barítono; pero solo una tiene a Azucena. Introduce una nueva y fascinante dimensión», escribe el musicólogo Vincent Godefroy. La gitana siempre canta sinuosamente, acompañada por una orquesta que sugiere el crepitar de las llamas y las danzas gitanas, en tonalidad menor y compás ternario.
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