Historias escritas en piedra

Son muchas las construcciones de propiedad o uso municipal y muchas las curiosidades y anécdotas relacionadas con ellas y que recoge el libro ‘Edificios singulares del Ayuntamiento de León’, a la venta a partir del día 21 por 9,95 euros

L.N.C.
14/02/2021
 Actualizado a 17/02/2021
513341702
Las ciudades son espacios flexibles, en continuo cambio. León no es la misma hoy que a principios de 1800, ni de 1900… aunque algunas de las construcciones de entonces se mantengan en su paisaje. Es su imagen general la que cambia, la que se adapta a las necesidades de cada momento, a los gustos y costumbres, o la que queda marcada por sucesos concretos.

Su aspecto es el de la suma de sus edificios (y los espacios que dejan) y cada uno de ellos tiene su propia historia y anécdotas. Son historias escritas en piedra, que guardan sus muros y que merece la pena conocer. Algunas de ellas se recogen en el libro ‘Edificios singulares del Ayuntamiento de León’, a la venta a partir del día 21 de febrero por 9,95 euros con La Nueva Crónica. Sus páginas –con textos de Rosa Álvarez y fotografías de Mauricio Peña y Saúl Arén– reúnen curiosidades de un total de 40 construcciones de propiedad o uso municipal levantadas en diferentes épocas y destinadas a distintos usos.

Entre ellas se resumen, por ejemplo, las ruinosas circunstancias que llevaron a encargar el Consistorio de San Marcelo en 1584 con un precio de 4.200 ducados, o los inmuebles que hubo que derribar, ya en el siglo XX, para que pudiera ganar espacio. También se cuentan los motivos que impulsaron la compra en 1996 del edificio municipal de Ordoño II, el acuerdo al que se llegó con la Caja –propietaria desde 1961–, o los daños que produjo el incendio que puso en peligro su estructura en 2012. Se incluyen también detalles curiosos del otro edificio que recibió el nombre de Consistorio aunque se levantara para ser una ‘ventana’ a la Plaza Mayor. Un mirador de interior estrecho, pero suficiente para que se instalara en él un servicio público considerado como vital para el mercado de la plaza en 1800 y para dar cabida a muchos otros –y muy diferentes– a lo largo de los años.

Se detallan las características de una escuela que hoy es oficina provincial de una institución humanitaria; de otra en la que su autor dejó grabada en la fachada su propia imagen; de una tercera que se creó el año en el que estalló la Guerra Civil y que sirvió de cuartel y centro de detención antes de volver a los libros; o de una más que debía «sostener y educar» a huérfanos y cuyo edificio e instalaciones deportivas encontraron nuevos usuarios tras su cierre. Otra de las construcciones educativas de las que habla este libro es en realidad un aula de la naturaleza por la que han pasado miles de escolares desde 1984 y en una más, proyectada en los años 40 del siglo XX con un estilo racionalista, hoy se forman profesionales hosteleros.

Para el aprendizaje y las empresas se levantaron edificios de cero o aprovechando arquitecturas existentes, y otros nacieron o se reacondicionaron con un fin cultural. Entre estos últimos se encuentran nuevos palacios de diseño francés y viejos con siglos de trayectoria. En uno se conmemoró una conocida gesta, aunque su historia también quedó marcada por un asesinato, y en otro el tiempo y las lluvias causaron estragos y su práctico derribo, salvado finalmente por acuerdo.

Además, hay espacio para una casona que acogió a niños abandonados y que se recuperó como vivienda antes de pasar a manos del Ayuntamiento y para otra que llegó a tener firmada la orden de derribo y que se conservó para albergar una fundación y acoger exposiciones. También para un centro que dio una nueva vida a cocheras ferroviarias y para una iglesia que fue taller y sala de entrenamiento de gimnasia rítmica y que actualmente muestrala huella que dejaron en León tres culturas.

En sus páginas se recogen, además, construcciones para los barrios, centros cívicos pensados para revitalizarlos y darles servicio, e instalaciones deportivas que ofrecieron a la ciudad (y siguen haciéndolo) un espacio para el entrenamiento y la competición. Son muchas las que se reparten en diferentes puntos de la ciudad, pero entre ellas destaca un ‘Palacio’ municipal diseñado en los 60 por un asturiano que pidió que se ubicara en otra parte de la ciudad, en la otra margen del río, y que se quedó pequeño cuando los equipos locales crecieron y jugaron en categorías superiores. También para un campo de fútbol que se estrenó en 2001 y al que en 2008 se le dio el nombre de ‘Reino’. Esta obra dio el relevo al que desde 1955 acogió las victorias y derrotas de la Cultural y que de ‘Puentecilla’ pasó a ser conocido por el nombre de su antiguo presidente. De menores dimensiones es otro que entró en funcionamiento en 1998, que aún hoy se usa como campo de entreno y en el que el rugby tiene su ‘casa’.

Además, se cuenta la historia de un edificio de 1913 que fue parque de bomberos, funeraria y después archivo municipal; de una casa junto al Hostal de San Marcos que sirvió a los peregrinos para hacer un alto en el Camino hacia Santiago y curar sus heridas, que se transfirió en 1899 al Estado, al ramo de Guerra, que la usó como depósito de sementales equinos, que fue almacén, sede del Procurador del Común y en la que se cocinan plantos con ‘estrella’.

Otro de los edificios es el que en 1927 quiso sacar de la vía pública la venta ambulante ofreciendo un espacio a los comerciantes, pero también hay una capilla estrecha que muestra su fachada en una calle ‘Ancha’; un tanatorio diseñado como una ‘tumba de tumbas’; un hogar para dar cobijo a transeúntes; un kiosco de refrescos junto al río en funcionamiento desde los años 30; un cubo acristalado sobre el Bernesga con una minicentral a sus pies y espacio como aula y centro demostrador de energías renovables y una casina con vistas a un parque que ocupa una de las asociaciones vecinales más antiguas.
Lo más leído