Generation Emigration

El aprendizaje del inglés y otros idiomas es siempre duro pero a la vez supone un gran número de experiencias. Como viajar a otros países, que muchos terminan por quedarse toda la vida

Stefania Zanetti
02/08/2016
 Actualizado a 18/09/2019
El Centro de Idiomas, de la Universidad de León, donde estudian muchos extranjeros otros idiomas. | ICAL
El Centro de Idiomas, de la Universidad de León, donde estudian muchos extranjeros otros idiomas. | ICAL
Era Francis Bacon el que decía que, en edad joven, viajar sirve para aprender y que, envejeciendo, se junta con el bagaje cultural con el que nos llenamos a lo largo de la vida. Lo pienso porque yo, como muchos otros viajeros, sentí la necesidad de cambiar de aire pronto, mientras voy echando un rápido vistazo a unos artículos del ‘Irish Times’, el periódico desde el que suelo sacar partes de textos en lengua original para mis estudiantes.

Hay una sección en la que siempre encuentro algo interesante, se llama ‘Generation Emigration’, en donde se publican recursos válidos para cautivar la curiosidad de los españoles a los que ayudo con el aprendizaje del inglés. Son jóvenes periodistas, o simplemente curiosos, que testimonian por escrito lo que significó para ellos abandonar la maravillosa Isla de Joyce para pasar de frontera en frontera.

Están los que reniegan de la tierra de los padres y ni siquiera volverían atrás, están los que se asentaron en el extranjero y vuelven en Navidad para visitar a los parientes irlandeses, y están los que se arrepintieron amargamente por haberse ido a los países en los que no encontraron un equilibrio entre culturas.

Los leoneses, gente de estudios literarios y de ciencia, no son extraños a esta pulsión nómada, están siempre más fascinados por Londres y, también, por su idioma y su cultura. Llenan los pubs como el Chelsea, en el que surge, en pleno barrio Húmedo, una típica cabina telefónica británica, escuchan ‘hits’ de música inglesa en la cervecería Black Dog y se beben un whisky con John Lennon en el Taxman.

Los centros de idiomas de la ciudad están colgados, hay ofertas de cursos de inglés para todo los gustos y niveles. Sin tener en cuenta a nosotros, los que ofrecemos clases particulares. De todas formas, muchas son las familias y los aspirantes que solicitan nuestros contactos en el despacho de las Relaciones Internacionales.
Todos requieren alguien que les ayuden a estudiar meticulosamente la gramática, el vocabulario y, sobre todo, la pronunciación inglesa.

Yo estuve más que sorprendida al notar tanto afán por los bichos raros, las citaciones y los refranes de las lenguas extranjeras. A mis estudiantes les preocupa más que a todos los europeos saber cómo se dice ‘meter la pata’ en inglés que no tener un diálogo de repertorio y, por esto, empecé a completar mis tradicionales recursos con citas de Churchill, como "I’ve nothing to offer but blood, trail, tears and sweat", o a aconsejar películas de Woody Allen, un director que tiene un humor judío muy fino, difícil para cualquier extranjero.

Evangeline, profesora de inglés nativa de las Islas Fiji con años de experiencia, tuvo no pocas dificultades para estar a la altura del nivel de castellano que se suele requerir aquí. "Tuve problemas a la hora de aclarar a mis alumnos en español las dudas que tenían", me confiesa, aludiéndome a todos los proyectos que creó para facilitarles la pronunciación.

Sus estudiantes son trabajadores, muchos profesores a su vez, que atienden cursos de inglés por trabajo o para conseguir un certificado para añadir al currículum.
Evangeline sigue estando muy motivada al verlos siempre presentes y determinados, aunque estén cansados. Sonríe, feliz de enseñar inglés a alguien que le demuestra pasión y atención. Al fin y al cabo, somos nosotros las primeras en declarar que, de acuerdo con Bacon, viajar no es otra cosa que aprender de continuo, lo que, sí, cansa, pero merece la pena.
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