"Fue un año subido a la Mobylette de Benigno"

José Luis Rodríguez Zapatero apadrinó la presentación de ‘Ven y mira’ el libro de Esther Bajo y Joaquín Revuelta sobre la historia del Cine Club Universitario, del que también es autor del prólogo

Fulgencio Fernández
04/06/2022
 Actualizado a 04/06/2022
Esther Bajo, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Revuelta en la presentación de 'Ven y mira'. | SAÚL ARÉN
Esther Bajo, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Revuelta en la presentación de 'Ven y mira'. | SAÚL ARÉN
La historia, la película de este libro, arranca hace unas cuantas décadas, por los años sesenta cuando Rosario Fuego tenía "una butaca fija" en el cine de Pola de Siero. Era la número 2 de la fila 7.

Coincidiendo en el tiempo nació en la localidad asturiana su hijo Joaquín. Y quien mama una historia así seguramente queda poseído por la memoria, el cine, la fila 7, la butaca 2. Al menos en el caso de Joaquín Revuelta Fuego, que ya creció en aquel León de pocos cines y muchas historias, ocurrió. Sus recuerdos infantiles del Azul, el Mary o el Trianón… Soñaba con el cine, con estudiar algo que tuviera que ver con él pero, como en tantas familias, se encontró con que habría que acudir a una Facultad que estuviera en León. Y, de no poder elegir Cine, se quedó "con la que me quedaba más cerca de casa, la de Derecho, que las leyes no me llamaban en absoluto", recordaba este viernes en la presentación de ‘Ven y mira’.

Y como el Derecho no le llamaba, pero el cine sí, aprovechó aquel tiempo en la Facultad (creo que Colegio Universitario) para fundar el Cine Club Universitario… y dejar la carrera. "Creo que fui el único del grupo que decidió dejar la carrera para volcarme en mi verdadera vocación, el cine", recordaba este viernes en la presentación del libro que recoge la historia de aquel Cine Club Universitario de León, rodeado de Esther Bajo, también del grupo fundacional del Cine Club y quien se atrevió a ponerle letra a los recuerdos y los datos de Joaquín, y José Luis Rodríguez Zapatero, otro de los que andaba por allí, por aquel singular grupo y que sí siguió la carrera de Derecho y desembocó con ella en la Moncloa. Quiso estar con ellos, quiso recordar aquellos años y, sobre todo, quiso hablar de Joaquín Revuelta al que, vaya por delante, definió como el prototipo de "buena gente, buena persona, un tipo noble y sin dobleces que es la memoria viva y eterna de una pasión, la pasión por la cultura y, sobre todo, por el cine".

Fue más allá el ex presidente y, aprovechando que estaban el alcalde y el rector, dejó un recado: "Esta ciudad y su Universidad le deben un reconocimiento al Cine Club Universitario; un germen cultural en tiempos complicados que además le dio un verdadero sentido a la Universidad, salir de sus muros, integrarse en la ciudad". Dicho queda. El jefe puso deberes.



La presencia de Zapatero en la presentación del libro, para el que también escribió el prólogo, "congregó a un buen número de autoridades y políticos de los que voy a ahorrarles la enumeración, casi todos. El vuelo de la nostalgia congregó a una generación que vivió el Cine Club Universitario y su circunstancia. Por allí andaban muchos de los citados en el libro: Julio César Rodríguez, Antonio Villa, Amparo G. Lorenzo, Nacho, Juan Díez o Pepe Mancebo, al que se esperaba pero no había llegado aún, aparecerá. Muy suyo.

Pero, además de presentes y ausentes, había un nombre que sobrevolaba todo junto a los de Joaquín Revuelta y Esther Bajo, el del fallecido Benigno Castro, el hombre de cine y el más amplio bagaje cultural que te puedas imaginar. "En las tertulias posteriores a las películas (en el Belle Epoque) no es que hablara más, es que sabía de todo y lo contaba muy bien", coincidían Revuelta y Zapatero. El primero siempre recuerda cuando un día les acabó hablando de la catenaria del tren. "Estuvo en la primera época y después se fue a otras aventuras, pero jamás dejó de alentarnos y ayudarnos desde la prensa".

Estuvo Benigno Castro muy presente. A él le dedican el libro y en la ilustración de la portada del mismo, de Toño Benavides, aparece, junto a Revuelta, en moto. Contó Joaquín de donde venía esa imagen: "Yo era el que iba a recoger las películas en Renfe, en equipajes. Disfrutaba mucho haciéndolo, abriendo el saco y viendo las películas, a veces abría otros sacos para otros cines sólo por verlas físicamente. Pero una vez que organizamos uno de aquellos ciclos teníamos que recoger 8 ó 10 películas y me llevó Benigno en la Mobylette que tenía. La ilustración de la portada de ‘Ven y mira’ somos los dos locos, por Ordoño, cargados de películas". Y al recordar cómo nació este libro sobre la historia de aquel cine club, buscando datos, reseñas, arrancando recuerdos, Revuelta afirmó: "Para mí ha sido como estar un año subido a la Mobylette de Benigno".

- Ese es Joaquín Revuelta, el de la Mobylette, una historia que parece una película, como todo en él.

Agradeció a Esther Bajo que asumiera el reto de ordenar, dar salida a datos y recuerdos, buscar el tono de cómo contarlo… "porque a mí se me hacía realmente imposible". Recogió el testigo la aludida que realizó un emotivorecuerdo de la otra mitad del libro, además de lo que dice el título, que es el recuerdo de un tiempo, la Transición en León, una generación y una forma de estar en esta ciudad. "Yo lo he planteado como un gran reportaje sobre el cine club y León, como si José Luis (en referencia a su fallecido marido, el periodista Estrada) me lo pidiera y yo le digo: Venga, me pongo. Y me puse".

Y analizó aquellos años y aquella aventura acudiendo a su nombre: Movimiento Juvenil Leonés, "que las tres cosas era" y lo analizó desde el punto de vista femenino, que "era más complicado porque primero éramos jóvenes para todo y después ya éramos mayores para jóvenes". Por eso puso en valor la existencia de este movimiento cultural que, dijo, "sí teníamos una ventaja, que teníamos muy claro qué nos movía: conseguir derechos, que nos habían quitado, y adquirir conocimiento". Concedió que tal vez no fue una experiencia de éxito "pues no dejamos a nuestros hijos un mundo mejor que el nuestro" y animó a "estar vigilantes frente a los retrocesos, que el intento existe".

Cerró la tarde Zapatero con un emotivo recuerdo de aquellos días y, sobre todo, de tantos compañeros de aventuras, siempre con Joaquín tan atento como emocionado, después de tantos nervios hasta que comprobó que era posible hacer algo tan bello como el libro que cuidó Jesús Egido página a página hasta un The End feliz. Al fin descansa después de un año subido a la Mobylette de Benigno.
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